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    Cada vez es más difícil para los científicos colaborar a través de las fronteras, lo que complica la batalla contra el cambio climático

    Crédito:Gráfico:The Conversation, CC-By-ND Fuente:SciVal

    Las Naciones Unidas y muchos investigadores han enfatizado el papel fundamental que desempeña la ciencia colaborativa internacional para resolver desafíos globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y las pandemias. El surgimiento de países no occidentales como potencias científicas está ayudando a impulsar este tipo de investigación cooperativa global. Por ejemplo, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica formaron una red de investigación de tuberculosis en 2017 y están logrando avances significativos en la investigación básica y aplicada de la enfermedad.

    Sin embargo, en los últimos años, las crecientes tensiones entre las superpotencias, el aumento del nacionalismo, la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania han contribuido a que las naciones se comporten de manera más desconfiada e insular en general. Un resultado es que cada vez es más difícil para los investigadores colaborar con académicos de otras naciones.

    El cese casi global de la colaboración con académicos rusos después de la invasión de Ucrania, en todo, desde la investigación en humanidades hasta la ciencia del clima en el Ártico, es un ejemplo de cómo la ciencia es víctima de la política internacional y se utiliza como herramienta para ella. La colaboración científica entre China y EE. UU. también se está desmoronando en campos como la microelectrónica y la computación cuántica debido a preocupaciones de seguridad nacional en ambos lados.

    Soy un experto en políticas que estudia la colaboración de investigación internacional en relación con los problemas globales y la polarización geopolítica. Entiendo la necesidad de que los países democráticos respondan a la creciente fuerza de países autoritarios como China y crisis agudas como la invasión rusa de Ucrania. Pero reducir o detener la investigación internacional conlleva sus propios riesgos. Ralentiza la producción de conocimientos necesarios para abordar problemas globales a largo plazo y reduce el potencial de colaboración científica futura.

    Crecimiento de la ciencia no occidental

    Desde la década de 1990 y el colapso de la Unión Soviética, la colaboración mundial en ciencia ha aumentado de forma espectacular. Hay varias razones para este desarrollo.

    Primero, el colapso de la Unión Soviética en 1991 condujo a una mayor apertura en el intercambio científico global. En particular, hubo un crecimiento en el número de estudiantes de países en desarrollo y no occidentales que iban a universidades de Occidente. Este movimiento formó redes de investigadores de muchos países. En segundo lugar, los esfuerzos científicos de colaboración masiva, como el Proyecto Genoma Humano, así como la importancia cada vez mayor de los grandes y costosos laboratorios e instrumentos de investigación han impulsado la colaboración internacional. Finalmente, la revolución digital ha facilitado mucho la comunicación y el intercambio de datos a través de las fronteras. Todo esto dio como resultado una investigación colaborativa y fructífera en muchos campos, incluida la tecnología genética, la ciencia del clima y la inteligencia artificial.

    Mientras que los países occidentales dominaron el panorama científico del siglo XX, la globalización ha beneficiado a muchos países no occidentales.

    En la segunda mitad del siglo XX, China, India, Rusia, Turquía, Irán, Egipto, Arabia Saudita y muchas otras naciones mejoraron significativamente sus capacidades científicas. Al hacerlo, han contribuido en gran medida al conocimiento humano. China, en particular, ha invertido mucho en sus capacidades científicas y hoy es el mayor productor mundial de publicaciones científicas.

    El desarrollo de la capacidad científica en muchas partes del mundo y la construcción de lazos académicos es fundamental cuando se trata de responder a un nuevo virus o hacer un seguimiento de los cambios en el clima. Cuantos más países compartan datos y coordinen respuestas políticas, más fácil debería ser contener un virus o comprender el calentamiento global.

    Preocupación occidental por una China en ascenso

    En términos generales, actualmente hay tres superpotencias mundiales que compiten por el liderazgo científico y tecnológico:Estados Unidos, China y la Unión Europea.

    Crédito:Gráfico:The Conversation, CC-BY-ND Fuente:Scival

    The U.S. government and the European Union frame the loss of scientific and technological leadership as not only about diminished economic opportunities, but also as a threat to fundamental values of democracy, free market competition and rule of law.

    In May 2022, U.S. Secretary of State Antony Blinken said:"China is the only country with both the intent to reshape the international order and, increasingly, the economic, diplomatic, military, and technological power to do it. Beijing's vision would move us away from the universal values that have sustained so much of the world's progress over the past 75 years."

    China's rise in science and technology has been met with stern responses from the West. Australia passed legislation in 2020 that gave the federal government veto power over foreign agreements in research. In the U.S., the Export Control Reform Act of 2018 was designed to reduce dependence on China for emerging and foundational technologies.

    Science as a tool of politics

    Given this framing of research as a part of international competition between China and the West, it is not surprising that science is increasingly being used as a political tool.

    The U.S. government has taken significant steps to try to limit China's scientific progress and international influence. In 2018, the U.S. launched a large-scale anti-espionage effort called the China Initiative. Under this initiative, the FBI broadly investigated U.S.-Chinese links within the corporate and academic sectors. The China Initiative failed to find any Chinese spies. But three U.S.-based scholars were convicted for failing to disclose Chinese ties.

    The China Initiative has faced heavy criticism from researchers, university leaders and civil rights organizations because of claims of ethnic profiling. The Biden administration officially canceled the initiative in February 2022. But efforts to curtail China's science and technology industries through trade sanctions on companies like Huawei restrict American companies from doing business with Chinese tech firms. The China Initiative and sanctions have also made researchers on both sides wary of collaboration.

    The European Union has taken a similar stance. It calls China simultaneously a partner, competitor and systemic rival. The EU has outlined goals of increasing European scientific and technological autonomy to reduce reliance on other countries, especially China, and started to implement the strategy in 2021.

    China is also using science, technology and scholarly research generally to serve national interests. The government has explicitly pushed the idea that research shall primarily serve national needs, and Chinese scholars are increasingly under political control. In 2021 there were 18 research centers devoted to studying and promoting Xi Jinping's ideas on matters such as rule of law, economics and green development.

    Global consequences

    Many researchers in the U.S., Europe and China have voiced concerns that geopolitical rivalries are curtailing international research collaboration at a time when the world needs it the most.

    There is a major risk that the impediments to international scientific collaboration will further increase, further harming data sharing, the quality of research and the ability to disseminate results that contributing to solving problems. I often hear researchers, university leaders and funding agencies in Europe, the U.S. and China vent their frustration with the current situation. Many in the research community would like to see a more open and global science landscape.

    It is possible to work toward a future where science is more separate—but not naively isolated—from changing power dynamics. As issues like climate change increase in severity, it will become only more important that researchers build international relationships that are responsible, reciprocal, transparent and equitable. + Explora más

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    Este artículo se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.




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