El objetivo de Rusia también aprovecha la capacidad de sus bosques para absorber CO₂, aunque muchos científicos cuestionan el alcance de esto. Crédito:Shutterstock
El expresidente estadounidense Barack Obama apuntó específicamente a Rusia en las conversaciones climáticas de la COP26 de Glasgow esta semana. Según Obama, el hecho de que el presidente ruso Vladimir Putin (así como el presidente chino Xi Jinping) se negaran a asistir a la conferencia refleja "una peligrosa ausencia de urgencia, una voluntad de mantener el statu quo" sobre la acción climática.
Como el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo y uno de los principales productores y exportadores de carbón, petróleo y gas del mundo, Rusia es un actor clave en la acción climática internacional. La descarbonización de economías intensivas en carbono como Rusia es crucial para alcanzar los objetivos de emisiones globales.
Pero al igual que Australia, Rusia es vista como un rezagado climático internacional y debe superar una resistencia significativa a una reforma genuina de la política climática en casa.
A pesar de los sistemas políticos muy diferentes, podemos establecer paralelismos interesantes entre Rusia y Australia en el frente climático.
Participación internacional de Rusia en el clima
En un anuncio sorpresa a dos semanas de la COP26, Putin dijo que Rusia intentará lograr la neutralidad de carbono para 2060. Pero su decisión de no asistir a la COP26 asestó un duro golpe a las perspectivas de éxito de la cumbre.
Rusia ha sido durante mucho tiempo un participante reacio en las negociaciones internacionales sobre el cambio climático. Se negó a ratificar el Protocolo de Kioto hasta 2004 y luego no se suscribió al segundo período de compromiso de Kioto. De manera similar, Rusia firmó el Acuerdo de París en 2016, pero retrasó su decisión final sobre la ratificación hasta finales de 2019.
Eso es a pesar de una larga tradición de investigación científica climática rusa que se remonta al período soviético.
Al final, ratificar el Acuerdo de París fue una victoria política fácil, dado lo débiles que son los compromisos de Rusia en virtud del acuerdo.
La NDC actualizada de Rusia (contribución determinada a nivel nacional, es decir, la acción que tomará para cumplir con sus compromisos climáticos) se presentó en noviembre de 2020. Establece un objetivo de reducción de emisiones del 70 % en relación con los niveles de 1990 para 2030.
El objetivo suena ambicioso, pero el declive económico de la nación en la década de 1990 y la posterior caída de las emisiones de gases de efecto invernadero significan que es fácilmente alcanzable. Este objetivo también aprovecha la capacidad de los bosques de Rusia para absorber CO₂, aunque muchos científicos cuestionan el alcance de esto.
Entonces, ¿qué explica los compromisos limitados de Rusia hasta la fecha? La política interna en torno al cambio climático ofrece pistas.
Política climática interna y obstáculos para la reforma
La política interna sobre el cambio climático en Rusia está muy disputada, con personas y grupos clave que compiten por la influencia. Estos debates ocurren principalmente a nivel de élite, con poco espacio para los actores de la sociedad civil.
Los intentos de fortalecer la política climática interna en el pasado se encontraron con una fuerte oposición de poderosos intereses económicos.
La industria del carbón sigue siendo uno de los obstáculos más importantes para la reforma. En un momento en que un número creciente de países se comprometen a eliminar gradualmente el carbón, Rusia busca activamente expandir su industria. La industria del carbón tiene estrechos vínculos con los ministerios gubernamentales clave, incluido el poderoso Ministerio de Energía. La industria ha cabildeado con éxito para obtener subsidios y apoyo estatal.
La política del carbón en Rusia se vuelve más compleja por la fuerte dependencia del carbón para el empleo y la calefacción en ciertas regiones, como Kuzbass en Siberia. Los intentos de liquidar la industria encontrarían una oposición significativa de las élites locales y regionales.
Las compañías de petróleo y gas están avanzando con sus planes de expandirse al Ártico, con un clima más cálido que hace que la región sea más accesible. Los ingresos de las exportaciones de petróleo y gas constituyen una parte importante del presupuesto de Rusia, por lo que es muy poco probable que Rusia renuncie a esto en el corto plazo.
La propia posición de Putin sobre el clima ha sido ambigua. Él y otros miembros de la élite a menudo retratan a Rusia como un líder climático global y un "donante ecológico" debido a sus vastos recursos forestales.
Sin embargo, los compromisos políticos limitados de Rusia hasta la fecha hacen que tales declaraciones sean poco más que simbólicas.
Cambios políticos recientes
Sin embargo, más recientemente, hemos visto algunos desarrollos importantes que sugieren que puede estar ocurriendo un cambio.
Está surgiendo un cabildeo a favor del clima en torno al ministerio de desarrollo económico y otros actores gubernamentales. They take a pragmatic view of climate change and acknowledge the economic cost to Russia of doing nothing.
International pressures are also mounting.
The EU's Carbon Border Adjustment Mechanism (which puts a carbon price on certain imports) has many in the Russian government concerned, given the significant impact anticipated for key Russian exports. Some in government have also questioned the long-term viability of coal given global decarbonisation trends.
Two of Russia's major state owned corporations, Rosatom and Gazprom, are at the forefront of an attempt to reposition Russia as a renewable energy superpower, centered on the expanding hydrogen and nuclear industries. Both provide Russia with potential to generate significant export revenues.
Support for a more active stance on climate has also come from some of Russia's largest private companies. Groups such as EN+ and Rusal have made their own net-zero by 2050 commitments, keen to demonstrate their climate credentials to environmentally sensitive international markets.
This newfound momentum has led to a number of important policy developments, culminating in the net-zero by 2060 announcement. So while the obstacles remain huge, there has been a discernible shift in Russia's approach to climate change.
What can Australia learn?
Both Australia and Russia are regarded as climate laggards and face increased international criticism over their lack of policy ambition.
Both have elements of strong resistance to climate action at a domestic level, particularly in the coal industry. But both also have corporate players acting to reduce emissions in spite of government policy inaction.
While much attention has been focused on net zero targets, little detail has been given by either country about how these will be achieved. And neither Russia nor Australia's net zero commitments say anything about exported emissions.
Ambitious declarations mean nothing if they're not backed by serious policy reform. Promises aside, significant work needs to be done in both nations to address the gap between vague, high-level commitments and concrete, implementable policies.