Los glóbulos rojos pierden su núcleo en una determinada etapa de desarrollo para volverse más eficiente en el transporte de oxígeno. Los núcleos ocupan espacio y requieren energía para mantenerse, por lo que deshacerse de ellos permite que los glóbulos rojos transporten más oxígeno y se muevan a través de los vasos sanguíneos más fácilmente. Sin embargo, esto también significa que los glóbulos rojos no pueden repararse ni reproducirse, por lo que eventualmente mueren y son reemplazados por otros nuevos.
Las células cerebrales, por el contrario, mantienen sus núcleos a lo largo de sus vidas. Esto les permite mantener su compleja estructura y función, y también les da la capacidad de repararse a sí mismos y generar nuevas células. Como resultado, las células cerebrales pueden vivir mucho más tiempo que los glóbulos rojos, potencialmente hasta cien años o más.