Los investigadores de la UC son pioneros en el uso de aguas residuales tratadas para restaurar plantas nativas en la península de Te Pātaka-o-Rākaihautū Banks.
Investigación de Te Whare o Wānanga o Waitaha | Los académicos de Ciencias Ambientales de la Universidad de Canterbury (UC), la Dra. María Jesús Gutiérrez-Gines y el profesor Brett Robinson, muestran que las aguas residuales tratadas que de otro modo se vertirían en vías fluviales podrían usarse para irrigación de tierras.
Basándose en el conocimiento del Dr. Colin Meurk, miembro adjunto de la UC y experto en ecosistemas nativos, el equipo está trabajando para identificar la mejor combinación de plantas nativas y nutrientes para plantar, así como los beneficios para el medio ambiente y la vida silvestre.
"Lo que se riega sobre los árboles nativos tiene un riesgo bajo de patógenos:se parece mucho al agua potable", afirma el profesor Robinson.
Las aguas residuales tratadas y vertidas en los cursos de agua, que contienen altas concentraciones de nitrógeno y fósforo, provocan la degradación del agua, el crecimiento de algas y la contaminación de los barcos.
"Continuar descargando aguas residuales tratadas en nuestros puertos y vías fluviales causará daños continuos a los ecosistemas, las cadenas alimentarias y el mahika kai", afirma el Dr. Meurk.
El profesor Robinson dice que una solución es el riego de la tierra, lo que respalda los ecosistemas nativos y reduce los contaminantes que ingresan a las vías fluviales.
"Ha habido muchos otros beneficios secundarios", dice el profesor Robinson. "Las plantas nativas como kānuka y mānuka tienen propiedades antimicrobianas que reducen aún más el riesgo de patógenos, mientras que otras pueden mitigar la contaminación ambiental, como reducir la lixiviación de nitrato.
"Estos podrían usarse en los márgenes de los potreros para interceptar los desechos de los animales y reducir la carga de patógenos en las vías fluviales".
El profesor Robinson dice que este es un ejemplo de cómo convertir lo que podría haber sido un problema ambiental en una solución que beneficia tanto a la tierra como a la comunidad con posibilidades de gran alcance. "Demuestra la economía circular, donde el material se utiliza para regenerar la naturaleza en lugar de convertirse en residuo".
Actualmente, Nueva Zelanda importa fertilizantes fosfatados de Marruecos y el Sahara Occidental, que pueden ser costosos, tienen limitaciones de suministro y contienen un alto nivel de cadmio, un metal pesado tóxico que puede causar insuficiencia renal. "No queremos eso en nuestro suelo, por lo que las aguas residuales tratadas de alta calidad podrían ser la solución.
"Con el aumento de los niveles de cadmio en nuestros suelos durante los últimos 100 años, Nueva Zelanda ha llegado a un punto en el que ya no podemos exportar algunos productos de despojos y algunas de nuestras verduras superan los estándares de seguridad alimentaria en cuanto a niveles de cadmio", afirma el profesor Robinson.
El Dr. Gutiérrez-Gines y el profesor Robinson han demostrado el potencial de generar valiosos productos nativos, como aceites esenciales, miel, fibras y madera, en áreas que han sido irrigadas con aguas residuales tratadas. Sin embargo, podría haber resistencia por parte de los consumidores.
"Las aguas residuales pueden contener componentes que no se desean en la cadena alimentaria, como patógenos, hormonas de píldoras anticonceptivas o productos de cuidado personal, por lo que es necesario investigar y abordar este problema", afirma el profesor Robinson.
"El uso de plantas nativas tradicionales como el harakeke y la totara podría proporcionar beneficios culturales y económicos y, al mismo tiempo, evitar productos relacionados con la cadena alimentaria", afirma la Dra. María Gutiérrez Ginés.
Proporcionado por la Universidad de Canterbury