Una de las principales preocupaciones de la pesca eléctrica es su carácter indiscriminado. Cuando las corrientes eléctricas pasan a través del agua, afectan a todos los organismos cercanos, independientemente de su especie o tamaño. Esto puede provocar la muerte o lesiones de especies no objetivo, incluidos peces juveniles, delfines, focas y aves marinas. Las capturas incidentales derivadas de la pesca eléctrica pueden ser sustanciales y alterar el equilibrio ecológico de los ecosistemas marinos.
Por el contrario, si bien la pesca de arrastre con vara también puede tener sus propios impactos negativos en el fondo y la vida marina, generalmente se considera menos destructiva que la pesca eléctrica. Los arrastreros de vara utilizan redes que se arrastran por el fondo del mar para capturar peces. Aunque este método puede alterar el fondo marino y dañar potencialmente hábitats frágiles como los arrecifes de coral, no implica la matanza indiscriminada de vida marina causada por la pesca eléctrica.
Además, la pesca eléctrica puede alterar el comportamiento de los peces y alterar sus patrones migratorios naturales. Esto puede tener consecuencias a largo plazo para las poblaciones de peces y la salud general de los ecosistemas marinos. La pesca eléctrica también puede afectar la cadena alimentaria y afectar a otros organismos marinos que dependen del pescado como fuente de alimento.
En general, si bien tanto la pesca eléctrica como el arrastre de vara tienen sus inconvenientes y pueden causar daños ambientales, la pesca eléctrica generalmente se considera el método más destructivo debido a su impacto indiscriminado en la vida marina y su potencial para alterar los ecosistemas. Las prácticas y técnicas de pesca sostenibles que minimicen la captura incidental y el daño al hábitat son fundamentales para preservar la salud y la biodiversidad de nuestros océanos.