Según la Evaluación Nacional del Clima, se prevé que el noreste experimente un aumento de temperatura promedio de 2 a 4 grados Fahrenheit para mediados de siglo y de 4 a 8 grados Fahrenheit para finales de siglo. Se espera que esta tendencia al calentamiento sea particularmente pronunciada en las zonas rurales, donde las temperaturas suelen ser más altas que en las urbanas.
Como resultado de esta tendencia al calentamiento, se espera que las olas de calor se vuelvan más comunes e intensas en las zonas rurales del noreste. Se prevé que a mediados de siglo la región experimente un promedio de tres semanas de olas de calor al año, en comparación con una semana actualmente. A finales de siglo, la región podría sufrir una media de seis semanas de olas de calor al año.
Estas olas de calor tendrán un impacto significativo en la salud y el bienestar de los residentes rurales. Las olas de calor pueden causar una variedad de problemas de salud, incluidos agotamiento por calor, insolación y la muerte. También pueden exacerbar condiciones de salud existentes, como enfermedades cardíacas, respiratorias y diabetes.
Además de su impacto en la salud humana, las olas de calor también pueden tener un impacto negativo en la economía local. Las olas de calor pueden dañar los cultivos, el ganado y la infraestructura, lo que genera pérdida de ingresos para los agricultores y las empresas. También pueden dificultar que las personas trabajen al aire libre, lo que puede reducir aún más la productividad económica.
El noreste rural ya está experimentando los efectos del cambio climático, y se espera que estos efectos sean más pronunciados en el futuro. Al tomar medidas para adaptarse al cambio climático, las comunidades rurales pueden ayudar a reducir los riesgos y los impactos de las olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos.