* Falta de agua: Los desiertos reciben muy poca lluvia, lo cual es esencial para meteorizar rocas y formar tierra. Sin agua, los procesos químicos y físicos que descomponen las rocas en partículas más pequeñas ocurren mucho más lento.
* Temperaturas altas: Los desiertos experimentan un calor intenso, que acelera la evaporación y reduce la cantidad de agua disponible para la meteorización.
* Vientos fuertes: Los desiertos son propensos a vientos fuertes que pueden erosionar el suelo existente y transportar partículas finas. Esto deja una capa de suelo más delgada y menos desarrollada.
* Materia orgánica limitada: La falta de vegetación en los desiertos significa que hay poca materia orgánica para contribuir a la formación del suelo. La materia orgánica es esencial para la estructura del suelo, la retención de agua y la disponibilidad de nutrientes.
* Acumulación de sal: La evaporación en los desiertos puede conducir a la concentración de sales en el suelo, lo que dificulta que las plantas crezcan e inhiban el desarrollo del suelo.
En esencia, el duro entorno del desierto crea condiciones que son desfavorables para los procesos de meteorización y la actividad biológica necesaria para la formación del suelo, lo que resulta en un desarrollo lento y delgado del suelo.