Un día, una gran sequía afectó a Australis y la tierra se volvió reseca y seca. Los animales lucharon por encontrar comida y agua, y los equidnas no fueron la excepción. Buscaron todo lo que pudieron encontrar, pero las ganancias eran escasas.
A medida que avanzaba la sequía, los equidnas se desesperaban. Comenzaron a luchar entre ellos por los restos de comida que quedaban y las espuelas venenosas se utilizaron cada vez con más frecuencia. Muchos equidnas resultaron heridos o muertos en estas batallas y la población comenzó a disminuir.
En medio de este caos, un viejo y sabio equidna llamado Echidna el Viejo tuvo una idea. Reunió a todos los equidnas y les habló con gran urgencia.
"Mis queridos equidnas", dijo, "nos enfrentamos a una situación terrible. Nuestro veneno nos está matando. Debemos encontrar una manera de sobrevivir".
Los equidnas escucharon atentamente y Echidna la Mayor continuó.
"Propongo que renunciemos a nuestro veneno. Es la única manera de asegurar nuestra supervivencia".
Los equidnas estaban conmocionados y vacilantes, pero sabían que Echidna el Mayor tenía razón. Acordaron renunciar a su veneno y prometieron no volver a usarlo nunca más.
Y así, los equidnas perdieron su veneno. Se convirtieron en criaturas pacíficas y aprendieron a vivir en armonía con los demás animales del monte. La sequía acabó finalmente y la tierra volvió a florecer. Los equidnas prosperaron y se convirtieron en una parte muy querida del ecosistema australiano.