La toxina, llamada microcistina, representa una grave amenaza para la salud pública, ya que puede dañar el hígado y el sistema nervioso y puede estar relacionada con algunos casos de enfermedades neurodegenerativas. La microcistina es producida por cianobacterias o algas verdiazules, que abundan en lagos, ríos y estuarios de agua dulce de todo el mundo. Aunque la proliferación de algas se puede controlar reduciendo los niveles de nutrientes en el agua, la nueva investigación puede ofrecer una forma aún más eficiente de mitigar su impacto.
"Nuestro equipo de investigación planteó la hipótesis de que una proteína previamente desconocida era el objetivo de la microcistina", dijo el autor principal Jeffrey Noel, profesor de la Facultad de Farmacia de la UT Austin. "Utilizamos cristalografía de rayos X, una técnica que permite a los científicos deducir la estructura tridimensional de una proteína, para validar experimentalmente la hipótesis y descubrir cómo la microcistina se une a su objetivo molecular".
Los investigadores descubrieron que la microcistina se une a la proteína fosfatasa 1 (PP1) en las cianobacterias de una manera que impide que la PP1 haga su trabajo de regular otras proteínas en la célula. Como resultado, la microcistina puede alterar los procesos celulares y provocar la muerte celular.
"Este descubrimiento proporciona un nuevo punto de partida para el desarrollo de tratamientos potenciales para el envenenamiento por microcistina", dijo el coautor Timothy Nelsestuen, profesor de la Facultad de Medicina de UT Austin Dell. "Ahora entendemos cómo la microcistina ejerce sus efectos tóxicos, lo que podría conducir a la identificación de nuevos fármacos o estrategias para bloquear su acción y proteger la salud humana".
Los hallazgos se publican en la revista Nature Communications.