Hay algunas razones por las que el cariño puede convertirnos en malos jueces. En primer lugar, cuando algo nos gusta, es más probable que nos involucremos emocionalmente en ello. Esto puede hacer que sea difícil ser objetivo y ver las cosas con claridad. En segundo lugar, cuando algo nos gusta, es más probable que estemos sesgados a su favor. Esto significa que es más probable que veamos las cosas de una manera que respalde nuestros sentimientos positivos al respecto. En tercer lugar, cuando algo nos gusta, es más probable que seamos influenciados por nuestras propias experiencias personales con ello. Esto puede dificultar la separación de nuestros sentimientos personales de nuestra evaluación objetiva de algo.
Por otro lado, el desagrado puede convertirnos en mejores jueces. Esto se debe a que cuando algo no nos gusta, es más probable que seamos objetivos y veamos las cosas con claridad. Es menos probable que estemos involucrados emocionalmente en algo que no nos gusta, por lo que es menos probable que estemos sesgados a su favor. También es menos probable que seamos influenciados por nuestras propias experiencias personales con algo que no nos gusta, por lo que podemos separar mejor nuestros sentimientos personales de nuestra evaluación objetiva de ello.
En conclusión, el cariño puede convertirnos en malos jueces porque puede nublar nuestro juicio y hacernos menos objetivos. Por el contrario, el desagrado puede convertirnos en mejores jueces porque puede ayudarnos a ser más objetivos y ver las cosas con claridad.