En la Edad Media, la ley no reconocía la violación o la agresión sexual como delito contra la mujer individual; más bien, se consideraba un delito contra la familia o el marido de la mujer. Esto significaba que para que una mujer obtuviera justicia, tenía que contar con el apoyo de su familia o de su marido. Si no contaba con este apoyo, era poco probable que recibiera justicia.
Incluso si una mujer contaba con el apoyo de su familia o de su marido, el proceso legal era a menudo largo y arduo. La mujer tenía que demostrar que había sido agredida, lo que a menudo resultaba difícil. También tenía que identificar a su atacante, lo que podría ser peligroso si el atacante era un hombre poderoso.
En muchos casos, las mujeres simplemente no pudieron obtener justicia por agresión sexual. Podrían verse obligados a casarse con su agresor, o su familia podría repudiarlos y obligarlos a vivir en la pobreza. En algunos casos, las mujeres incluso fueron ejecutadas por el "delito" de haber sido violadas.
La forma en que se abordó la agresión sexual en la Edad Media reflejaba el bajo estatus de la mujer en la sociedad medieval. Las mujeres no eran vistas como iguales a los hombres y tenían pocos derechos legales. Esto significaba que eran vulnerables a agresiones sexuales y otras formas de violencia.
El trato duro e injusto de las mujeres en la sociedad medieval es un recordatorio de lo lejos que hemos llegado en términos de derechos de las mujeres. Sin embargo, también es importante recordar que la agresión sexual sigue siendo un problema grave en la actualidad. Las mujeres siguen siendo vulnerables a las agresiones y otras formas de violencia, y todavía enfrentan muchos desafíos para obtener justicia.