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    El inglés domina la investigación científica:así es como podemos solucionarlo y por qué es importante

    Crédito:Unsplash/CC0 Dominio público

    A menudo se comenta que el español debería ser más hablado o comprendido en la comunidad científica dado el número de hablantes en todo el mundo, una cifra que el Instituto Cervantes sitúa en casi 600 millones.



    Sin embargo, millones de hablantes no necesariamente garantizan una fortaleza lingüística en el mundo académico. Esto debe cultivarse a nivel científico, político y cultural, con esfuerzos sostenidos de muchas instituciones y especialistas.

    La comunidad científica debería comunicarse en tantos idiomas como sea posible

    Según algunas estimaciones, hasta el 98% de la investigación científica mundial se publica en inglés, mientras que sólo alrededor del 18% de la población mundial lo habla. Esto hace que sea esencial publicar en otros idiomas si queremos acercar la investigación científica a la sociedad en general.

    El valor del multilingüismo en la ciencia ha sido destacado por numerosas organizaciones de alto nivel, con declaraciones públicas y declaraciones al respecto de la Carta Europea para los Investigadores, la Iniciativa de Helsinki sobre Multilingüismo, la Recomendación de la Unesco sobre Ciencia Abierta, el Libro Blanco sobre Multilingüismo de OPERAS, el Foro Latinoamericano sobre Evaluación de la Investigación, el Acuerdo COARA sobre la Reforma de la Evaluación de la Investigación y la Declaración de la V Reunión de Ministros y Autoridades Científicas de los Países Iberoamericanos. Todas estas organizaciones coinciden en una cosa:todos los idiomas tienen valor en la comunicación científica.

    Como señala la última de estas declaraciones, constantemente se publican investigaciones relevantes a nivel local, regional y nacional en idiomas distintos del inglés. Esta investigación tiene un impacto económico, social y cultural en el entorno que la rodea, ya que cuando se difunde el conocimiento científico se filtra a profesionales no académicos, creando así una cultura más amplia de intercambio de conocimientos.

    Una mayor diversidad también permite un diálogo fluido entre académicos que comparten el mismo idioma o que hablan y comprenden varios idiomas. En Iberoamérica, por ejemplo, los hablantes no nativos a menudo pueden entender el español y el portugués, lo que les permite compartir el escenario científico. Lo mismo ocurre en España con la mayoría de sus lenguas cooficiales.

    Sin jerarquías, sin categorías

    Con demasiada frecuencia, la investigación científica en cualquier idioma que no sea el inglés se considera automáticamente como de segundo nivel, sin tener en cuenta la calidad del trabajo en sí.

    Este prejuicio dañino ignora el trabajo de quienes están involucrados, especialmente en las humanidades y las ciencias sociales. También socava profundamente la capacidad de la comunidad académica global para compartir conocimientos con la sociedad.

    Al defender y preservar el multilingüismo, la comunidad científica acerca la investigación a quienes la necesitan. No lograr este objetivo significa que la academia no puede desarrollar o ampliar su audiencia. Tenemos que trabajar cuidadosa, sistemática y consistentemente en todos los idiomas disponibles para nosotros.

    La logística del fortalecimiento de la diversidad lingüística en la ciencia

    Fortalecer un idioma en el mundo académico es un proceso complejo. No ocurre de forma espontánea y requiere una cuidadosa coordinación y planificación. Los esfuerzos deben provenir de instituciones públicas y privadas, los medios de comunicación y otros medios culturales, así como de los políticos, la diplomacia científica y los propios investigadores.

    Muchos de estos elementos tienen que trabajar en armonía, como demuestra el trabajo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en ES CIENCIA, un proyecto que busca unir esfuerzos científicos y políticos.

    Edición académica y modelos de IA:un nuevo desafío

    El entorno académico global está cambiando como resultado de la transición digital y los nuevos modelos de acceso abierto. La investigación sobre editores de contenido científico en otros idiomas será esencial para comprender este cambio. Sin embargo, una cosa está clara:hacer que el contenido científico producido en un idioma particular sea visible y pueda buscarse en línea es crucial para garantizar su solidez.

    En el caso de los libros académicos, la transición hacia el acceso abierto apenas ha comenzado, especialmente en el sector editorial comercial, que publica alrededor del 80% de los libros científicos en España. Al igual que con la publicación en línea, una comprensión clara permitirá diseñar políticas y modelos que den cuenta de las diferentes formas de difundir la investigación científica, incluidas aquellas que se comunican localmente y en otros idiomas. Una mayor diversidad lingüística en la publicación de libros también puede permitirnos reconocer adecuadamente el trabajo realizado por los editores al compartir investigaciones entre personas que no hablan inglés.

    Hacer que las publicaciones, los conjuntos de datos y otros resultados de investigaciones no lingüísticas sean fáciles de encontrar es otro elemento vital, que requiere apoyo tanto científico como técnico. Lo mismo se aplica a la ampliación del corpus de literatura científica en español y otros idiomas, especialmente porque esto alimenta los modelos de inteligencia artificial generativa.

    Si no se incorporan contenidos científicos lingüísticamente diversos a los sistemas de IA, se difundirá información incompleta, sesgada o engañosa:un informe reciente del gobierno español sobre el estado del español y las lenguas cooficiales señala que el 90% del texto que actualmente se introduce en AI está escrito en inglés.

    Es esencial un estudio profundo de la terminología

    La investigación de la terminología es de suma importancia para evitar el uso de lenguaje improvisado, impreciso o jerga ininteligible. También puede aportar enormes beneficios para la calidad de las traducciones tanto humanas como automáticas, la enseñanza de idiomas especializados y la indexación y organización de grandes volúmenes de documentos.

    El trabajo terminológico en español se lleva a cabo hoy gracias al procesamiento de grandes corpus lingüísticos por parte de la IA y los investigadores del proyecto TeresIA, un esfuerzo conjunto coordinado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Sin embargo, fueron necesarios 15 años de altibajos para que un proyecto de este tipo despegara en español.

    El País Vasco, Cataluña y Galicia, por el contrario, han trabajado intensa y sistemáticamente sus respectivas lenguas. No sólo han abordado la terminología como una cuestión de política lingüística pública, sino que también han estado comprometidos con proyectos terminológicos establecidos durante mucho tiempo.

    El multilingüismo es un problema global

    Esta necesidad de una mayor diversidad también se aplica a Iberoamérica en su conjunto, donde se están coordinando esfuerzos para promover el español y el portugués en el mundo académico, en particular por parte de la Secretaría General Iberoamericana y el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías de México.

    Si bien esto es sumamente necesario, no podemos promover los dos idiomas más hablados de la región y también ignorar su diversidad de idiomas indígenas y cooficiales. Éstos también intervienen en la producción de conocimiento, y son un vehículo de transferencia de información científica, como lo demuestran los esfuerzos en España.

    Cada país tiene su propio papel que desempeñar en la promoción de una mayor diversidad lingüística en la comunicación científica. Si esto se puede lograr, la fortaleza de las lenguas ibéricas (y de todas las lenguas, en realidad) en el mundo académico no estará a merced de esfuerzos bien intencionados pero esporádicos. Más bien, será el resultado del compromiso de la comunidad científica con una cultura de intercambio de conocimientos.

    Proporcionado por The Conversation

    Este artículo se vuelve a publicar desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.




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