Los mapas, aunque son representaciones aparentemente objetivas del mundo, tienen un poder inmenso. Dan forma a nuestra comprensión del espacio, navegan en nuestros viajes y definen fronteras políticas. Pero debajo del barniz de neutralidad se esconde un potencial de manipulación.
La historia de la guerra está plagada de ejemplos de mapas utilizados para deshumanizar al enemigo. Algunas de ellas son muy explícitas. Todos los bandos de la Primera Guerra Mundial produjeron mapas satíricos que representan a Europa como una serie de caricaturas para deshumanizar a los estados enemigos e impulsar una narrativa de guerra victoriosa.
Otros ejemplos son menos obvios. En la guerra de Vietnam, el ejército estadounidense produjo mapas que designaban regiones específicas de Vietnam como "zonas libres de fuego", lo que significa que cualquier persona o actividad dentro de esa zona podía considerarse hostil y ser atacada con fuerza militar. Esta táctica borró efectivamente a la población civil del mapa, tratando toda el área como un bastión enemigo.
El efecto deshumanizador de los mapas surge de su abstracción inherente. Los mapas simplifican la realidad al reducir un paisaje complejo lleno de vida e historia a líneas, símbolos y colores. Si bien es necesaria para lograr claridad, esta simplificación a menudo tiene como consecuencia eliminar el elemento humano.
Por ejemplo, un mapa publicado por Associated Press mostraba las ubicaciones de conocidos ataques militares y terrestres rusos después de su invasión de Ucrania en febrero de 2022. El mapa utilizaba símbolos para simplificar el conflicto. Más tarde supimos que uno de estos íconos caricaturescos representaba la masacre de Bucha en la que, según informes, las fuerzas rusas mataron a 458 civiles y prisioneros de guerra ucranianos.
Los mapas también se pueden utilizar para reforzar la mentalidad de "nosotros contra ellos" que alimenta el conflicto. Crean una distinción visual entre "nuestro bando" y "el suyo" al delinear claramente el territorio enemigo.
En el período previo al genocidio de Ruanda en 1994, los medios de comunicación extremistas hutus produjeron mapas que categorizaban a los ruandeses por origen étnico:hutu y tutsi. Estos mapas no eran sólo representaciones geográficas, eran herramientas de identificación y orientación.
Los mapas utilizaban a menudo colores contrastantes para dividir claramente las áreas hutus y tutsis. Esta distinción visual creó una clara separación entre el grupo interno (hutu) y el grupo externo (tutsi), promoviendo la idea de que los tutsis no eran parte del tejido ruandés.
Algunos mapas fueron más allá y utilizaron símbolos como machetes o serpientes para representar a los tutsis, retratándolos como violentos y peligrosos. Estos mapas se distribuyeron ampliamente a través de periódicos y transmisiones de radio. No sólo identificaban a los tutsis sino que también servían como propaganda visual que justificaba la violencia contra ellos.
Esta separación visual fomenta una sensación de distancia y diferencia, lo que hace que sea más fácil ver al enemigo como una amenaza abstracta en lugar de como seres humanos. Los mapas de propaganda explotan este efecto exagerando el tamaño del territorio enemigo o representando a las poblaciones enemigas como masas sin rostro.
La introducción de mapas cuadriculados de Gaza por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel en diciembre de 2023 ha introducido otra forma de deshumanizar a las poblaciones. Al igual que en las zonas libres de fuego de la guerra de Vietnam, Israel ha dividido Gaza en más de 600 bloques, aparentemente para ayudar en la evacuación de civiles.
Cada bloque del mapa, al que se puede acceder mediante un código QR en folletos y publicaciones en las redes sociales, puede recibir avisos de evacuación antes del bombardeo de una plaza determinada. Sin embargo, los trabajadores humanitarios han advertido que el mapa corre el riesgo de convertir la vida en Gaza en un "juego de acorazados" en el que el aplanamiento de cualquier cuadrícula se justifica con el pretexto de que es un espacio vacío en un mapa.
Los mapas también tienen un impacto en la forma en que nosotros, como observadores, vemos los conflictos. Esto puede extenderse más allá del campo de batalla. Los mapas a menudo representan a los refugiados como una masa homogénea, ignorando las historias y deseos individuales que los expulsaron de sus hogares.
En las primeras etapas de la invasión rusa de Ucrania, por ejemplo, la BBC fue criticada por un mapa en el que utilizaba flechas para representar el movimiento de los refugiados. La gente en las redes sociales sugirió que estos símbolos insinuaban una invasión en lugar de una huida. Tras las críticas, la BBC actualizó el mapa para utilizar círculos proporcionales.
La deshumanización inherente a los mapas de guerra no es inevitable. Incluir la infraestructura civil y la densidad de población en mapas militares, por ejemplo, puede servir como un recordatorio constante del costo humano de los conflictos. Las historias orales y los proyectos de mapeo comunitario también pueden ofrecer perspectivas alternativas sobre la tierra, destacando las historias humanas a menudo borradas por la cartografía militar.
El conflicto de Gaza ha demostrado que se están aprendiendo lecciones sobre cómo utilizar mejor los mapas durante el conflicto. Reuters, por ejemplo, ha empleado mapas junto con otros textos y elementos visuales para ayudar a contar una historia más completa y completar lo que los mapas por sí solos nunca podrían hacer.
En definitiva, los mapas son herramientas que pueden utilizarse para bien o para mal. Debemos esforzarnos por ver más allá de las líneas y los símbolos, y recordar a los seres humanos cuyas vidas se ven afectadas por los conflictos representados en los mapas.
Proporcionado por The Conversation
Este artículo se vuelve a publicar desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.