Con la entrada en vigor esta semana de la prohibición de los teléfonos móviles de los estudiantes en las escuelas de Nueva Zelanda por parte del gobierno de coalición, las reacciones han variado desde el escéptico (los niños se volverán más astutos) hasta el optimista (la mayoría de los niños parecen estar de acuerdo con esto).
En un mundo donde casi todo el mundo tiene un teléfono inteligente, es de esperar que casi todo el mundo tenga una opinión. El truco consiste en separar lo válido de lo instintivo y no apresurarse a juzgar.
Como anécdota, las escuelas que implementaron la prohibición antes de la fecha límite informaron cambios positivos en la atención y el aprendizaje. La directora de la escuela secundaria Hornby en Christchurch dijo que ahora hay "casi más ruidoso durante los intervalos y los almuerzos". Su director dijo:"Ojalá hubiéramos prohibido el teléfono hace cinco años".
Por otro lado, se ha descubierto que las pruebas contundentes a favor de prohibir los teléfonos en las escuelas son "débiles y no concluyentes". Pero el objetivo de la política de crear un "entorno positivo donde los jóvenes neozelandeses puedan centrarse en lo más importante" no carece de mérito.
Sobre todo, la política plantea una pregunta crucial:¿es una prohibición total el enfoque más eficaz para abordar el problema de la distracción digital y su impacto en la educación?
Desde el lunes, los estudiantes han tenido que guardar sus teléfonos en bolsos o casilleros durante el horario escolar. Como en la era predigital, ahora los padres solo pueden contactar a sus hijos a través de la oficina de la escuela.
El objetivo, según la promesa electoral original del Partido Nacional, es "eliminar disturbios o distracciones innecesarias" y mejorar el rendimiento estudiantil, que según diversas medidas ha disminuido en las últimas tres décadas.
Si bien evitamos suposiciones generalizadas, sabemos que muchos jóvenes no pueden dejar sus dispositivos, como concluyeron un informe reciente de la Oficina de Revisión de la Educación y una encuesta de la OCDE de 2021.
En una encuesta realizada en EE. UU. en 2022, aproximadamente un tercio de los profesores pidió a los estudiantes que guardaran sus teléfonos entre cinco y diez veces por clase, mientras que casi el 15 % pidió más de 20 veces.
Por lo tanto, es difícil argumentar que los teléfonos no son una distracción, o que el acoso y el aislamiento impulsados por las redes sociales no justifican un examen crítico de los hábitos digitales. Al mismo tiempo, los teléfonos tienen usos constructivos, desde organizar horarios para los neurodivergentes hasta facilitar las interacciones sociales y el aprendizaje.
Ningún defensor de la prohibición del teléfono está argumentando que limitar el uso del teléfono en las escuelas sea una solución milagrosa para problemas relacionados con el ciberacoso, la salud mental y los desafíos de comportamiento. Pero la capacidad del dispositivo personal para distraer sigue siendo una preocupación legítima.
El meollo del debate reside en el cambiante panorama de la educación. Después de todo, la presión para prohibir los teléfonos no se extiende a los dispositivos digitales en general. Su utilidad en entornos de aprendizaje es bien reconocida.
Pero a medida que adoptamos la inteligencia artificial y otros avances tecnológicos en la educación, también debemos preguntarnos:¿en qué punto la dependencia de estas herramientas digitales comienza a erosionar las habilidades de pensamiento crítico?
El mercado laboral del futuro, repleto de puestos que aún no existen, sin duda requerirá esas habilidades. Por lo tanto, es crucial distinguir entre una participación digital significativa y una distracción perjudicial.
Quizás la mejor pregunta sea:¿menos distracciones crearían la oportunidad para que los jóvenes sintieran más curiosidad por su aprendizaje?
La curiosidad es esencial para el éxito educativo, la ciudadanía y la alfabetización mediática en la era digital. Pero la curiosidad se ve sofocada por las distracciones.
La investigación educativa se encamina hacia el tratamiento de la curiosidad como una "provocación", lo que significa que, de hecho, deberíamos "retar" a los jóvenes a ser más curiosos. Esto implica fomentar los errores, la exploración e incluso soñar despierto o aburrirse creativamente.
Todo esto es un desafío con el nivel actual de distracciones en el aula. Además de eso, muchos jóvenes luchan por cultivar la curiosidad cuando los medios digitales pueden ofrecer respuestas instantáneas.
Considere la distinción entre dos tipos de curiosidad:"curiosidad por interés" y lo que se ha denominado "curiosidad por privación".
La curiosidad por el interés es un proceso consciente que tolera la ambigüedad y lleva al alumno a su propio viaje. Es una característica importante del pensamiento crítico, particularmente vital en un mundo donde los sistemas de inteligencia artificial compiten por puestos de trabajo.
La curiosidad por la privación, por el contrario, se caracteriza por la impulsividad y la búsqueda de respuestas inmediatas. La desinformación y la confusión alimentadas por la IA y los medios digitales no hacen más que exacerbar el problema.
¿Dónde deja esto la prohibición del teléfono en las escuelas de Nueva Zelanda? Hay algunas señales prometedoras de los propios estudiantes, incluido el informe de 2022 de la OCDE sobre el desempeño educativo global:
"En promedio, en los países de la OCDE, los estudiantes tenían menos probabilidades de informar que se distraían usando dispositivos digitales cuando el uso de teléfonos celulares en las instalaciones escolares estaba prohibido".
Estos primeros indicios sugieren que las prohibiciones telefónicas aumentan las habilidades "blandas" menos cuantificables y los hábitos vitales de desarrollo de los jóvenes:interacciones sociales, experimentación, cometer errores y reír. Todo esto mejora el entorno de aprendizaje.
Las experiencias de la vida real, con sus pruebas y errores inherentes, son vías irremplazables para aplicar el pensamiento crítico. Las experiencias digitales, si bien son valiosas, no pueden replicar completamente la profundidad de la interacción y el aprendizaje humanos.
Encontrar el equilibrio es el desafío actual. Como aconseja un informe de la UNESCO de 2023, "algunas tecnologías pueden favorecer cierto aprendizaje en algunos contextos, pero no cuando se utilizan en exceso".
Mientras tanto, todos debemos seguir curiosos sobre los posibles impactos positivos de la política de prohibición de teléfonos y dar tiempo a los educadores y estudiantes para responder adecuadamente. La verdadera tragedia sería perder las oportunidades de aprendizaje que ofrece una población estudiantil menos distraída.
Proporcionado por The Conversation
Este artículo se vuelve a publicar desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.