Mayor frecuencia e intensidad:el aumento de las temperaturas globales debido al cambio climático está provocando que la atmósfera retenga más humedad. Como resultado, cuando las condiciones son adecuadas, hay más humedad disponible para las tormentas de nieve, lo que aumenta la probabilidad de fuertes nevadas.
Cambios en los patrones de nevadas:el cambio climático también está afectando la distribución geográfica de las tormentas de nieve. Algunas regiones que históricamente experimentaron tormentas de nieve frecuentes pueden ver una disminución en las nevadas, mientras que otras pueden experimentar un aumento. Esto se debe a que los cambios en los patrones de circulación atmosférica, influenciados por el cambio climático, están alterando la trayectoria y la intensidad de las tormentas.
Deshielo más temprano:con el aumento de las temperaturas, la nieve se está derritiendo más temprano en la temporada, lo que lleva a un período de capa de nieve más corto en muchas regiones. Esto puede alterar los ecosistemas que dependen de una cierta cantidad de nieve, como los que sustentan la recreación invernal, los recursos hídricos y los hábitats de vida silvestre.
Cambios en la calidad de la nieve:las temperaturas más cálidas también pueden afectar la calidad de la nieve. Los copos de nieve pueden volverse más densos y compactos, lo que provoca cambios en la forma en que se acumulan y compactan, lo que puede afectar actividades como el esquí y la conducción en motos de nieve.
Es importante señalar que las tormentas de nieve individuales no pueden atribuirse directamente al cambio climático. Sin embargo, las tendencias y cambios observados en las características de las tormentas de nieve son consistentes con lo esperado según los modelos y proyecciones climáticas, lo que indica la influencia del calentamiento inducido por el hombre.