Las pequeñas comunidades rurales suelen tener un fuerte capital social, que se refiere a las redes de relaciones y confianza que existen entre las personas. Este capital social puede ser muy beneficioso para la comunidad, ya que ayuda a promover la cooperación y la reciprocidad, y puede facilitar la resolución de problemas. Sin embargo, también puede dificultar la integración de los recién llegados en la comunidad, ya que es posible que no tengan las mismas redes y conexiones sociales.
Diferencias culturales
Las pequeñas comunidades rurales suelen tener un fuerte sentido de lugar e identidad, que puede basarse en valores, tradiciones e historia compartidos. Esto puede dificultar la asimilación de los recién llegados, ya que es posible que no compartan los mismos valores o prácticas culturales.
Competencia económica
En algunos casos, las pequeñas comunidades rurales pueden preocuparse de que los recién llegados compitan con ellas por empleos o recursos. Esto puede generar resentimiento y hostilidad hacia los recién llegados, incluso si son necesarios para ayudar a sostener la comunidad.
Miedo al cambio
Las pequeñas comunidades rurales también pueden resistirse al cambio, ya que pueden temer que los recién llegados alteren su forma de vida. Esto puede dificultar que los recién llegados introduzcan nuevas ideas o iniciativas, incluso si beneficiarían a la comunidad.