Según la investigación, el reverdecimiento del Sahara se debió principalmente a los cambios en la órbita y la inclinación de la Tierra, lo que provocó un aumento de las precipitaciones en la región. Específicamente, la precesión del eje de la Tierra y los cambios en la inclinación de su eje de rotación provocaron que los vientos monzónicos de verano se desplazaran hacia el norte, llevando humedad del Océano Atlántico a las profundidades del Sahara.
Durante estos períodos de reverdecimiento, el Sahara se caracterizó por praderas, sabanas e incluso lagos, que albergaban diversa flora y fauna. Este entorno más húmedo permitió el desarrollo de asentamientos humanos y civilizaciones, como la antigua civilización egipcia a lo largo del río Nilo y varias culturas neolíticas en toda la región.
Sin embargo, hace unos 5.000 años, los cambios orbitales y axiales de la Tierra se revirtieron, lo que provocó que los vientos monzónicos de verano se debilitaran y se desplazaran nuevamente hacia el sur. Esto provocó una disminución significativa de las precipitaciones y la progresiva desecación del Sahara. Con el tiempo, el desierto se expandió, enterrando las praderas y sabanas que alguna vez fueron exuberantes bajo capas de arena.
La investigación destaca la interconexión de los sistemas de la Tierra y la influencia de factores astronómicos en los patrones climáticos. También proporciona información sobre los impactos potenciales de futuros cambios climáticos en el Sahara y otras regiones áridas, ayudando a los científicos y formuladores de políticas a comprender y planificar mejor los efectos a largo plazo del calentamiento global.