1. Circulación atmosférica más fuerte en el hemisferio norte: La rotación de la Tierra crea un efecto Coriolis (una fuerza desviadora) más fuerte en el hemisferio norte que en el hemisferio sur. Este efecto Coriolis más fuerte impulsa patrones de circulación atmosférica más vigorosos en el hemisferio norte, lo que genera sistemas climáticos de mayor escala y mayores cantidades de precipitación.
2. Giros del Atlántico Norte y del Pacífico Norte: Las principales corrientes oceánicas de la Tierra forman grandes giros (patrones circulares) que transportan agua a grandes distancias. En el hemisferio norte, el giro del Atlántico Norte y el giro del Pacífico Norte giran en el sentido de las agujas del reloj. Los lados occidentales de estos giros (la Corriente del Golfo en el Atlántico Norte y la Corriente de Kuroshio en el Pacífico Norte) transportan aire cálido y húmedo desde las regiones ecuatoriales hasta latitudes altas. Este aire cálido y húmedo luego se condensa y precipita sobre los continentes, lo que contribuye a una mayor precipitación en el hemisferio norte.
3. Posición de las masas terrestres: El hemisferio norte tiene más masas de tierra en comparación con el hemisferio sur. Las masas terrestres se calientan y enfrían más rápidamente que los océanos, creando mayores contrastes de temperatura. Estos contrastes impulsan los patrones de circulación atmosférica, incluida la formación de sistemas climáticos productores de lluvia. Como resultado, el hemisferio norte experimenta precipitaciones más frecuentes e intensas que el hemisferio sur.
Si bien las corrientes oceánicas globales y los factores geográficos influyen en los patrones de precipitación, muchos otros factores contribuyen a las diferencias en las precipitaciones entre los hemisferios norte y sur. Estos incluyen patrones de circulación atmosférica, direcciones predominantes del viento, temperaturas de la superficie del mar, altitud y variaciones de la temperatura global.