Los CFC son perjudiciales para el medio ambiente porque contribuyen al agotamiento de la capa de ozono, que protege a la Tierra de la radiación ultravioleta. Los CFC también son gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.
La producción y el uso de CFC han sido prohibidos en la mayoría de los países en virtud del Protocolo de Montreal, un tratado internacional firmado en 1987.