* Pérdida de visibilidad: Cuando una investigadora cambia de nombre, puede perder visibilidad en su campo. Esto se debe a que sus publicaciones e investigaciones anteriores se asociarán con su antiguo nombre, lo que dificultará que los posibles colaboradores y empleadores encuentren su trabajo.
* Sesgo: Algunas personas pueden tener prejuicios inconscientes contra las mujeres que cambian de nombre. Esto puede provocar discriminación en la contratación, los ascensos y otras oportunidades.
* Pérdida de credibilidad: En algunos casos, una investigadora puede parecer menos creíble si cambia su nombre. Esto se debe a que algunas personas pueden verlo como un signo de inestabilidad o falta de compromiso con su carrera.
Impactos positivos
* Mayores oportunidades: En algunos casos, una investigadora puede descubrir que cambiar su nombre puede generar mayores oportunidades. Esto se debe a que puede indicar que se toma en serio su carrera y está dispuesta a hacer cambios para lograr sus objetivos.
* Mayor flexibilidad: Cambiar su nombre puede darle a una investigadora más flexibilidad en su carrera. Esto se debe a que puede elegir un nombre que sea más profesional o más representativo de su identidad.
* Realización personal: Cambiar su nombre puede ser una experiencia personalmente satisfactoria para una investigadora. Esto se debe a que puede permitirle sentirse más segura y auténtica en su carrera.
El hecho de que una investigadora deba o no cambiar su nombre es una decisión personal. Hay impactos potenciales tanto positivos como negativos a considerar. En última instancia, la decisión debe tomarse basándose en lo que es mejor para cada investigador individual.