El estudio, dirigido por investigadores de la Universidad de Bristol, examinó los cráneos de 19 especies diferentes de cocodrilos antiguos, desde animales pequeños del tamaño de un perro hasta depredadores gigantes de 20 pies de largo. Los investigadores descubrieron que los cocodrilos con hocicos largos y estrechos tenían más probabilidades de comer pescado, mientras que los cocodrilos con hocicos más cortos y anchos tenían más probabilidades de comer presas terrestres.
Este hallazgo sugiere que la forma del hocico de un cocodrilo fue una adaptación que le permitió explotar nichos ecológicos específicos. Los cocodrilos con hocicos largos y estrechos eran más capaces de pescar en aguas profundas, mientras que los cocodrilos con hocicos más cortos y anchos eran más capaces de atrapar presas en tierra.
Los investigadores también descubrieron que la forma del hocico de un cocodrilo cambiaba con el tiempo. Los cocodrilos con hocicos largos y estrechos eran más comunes a principios del período Cretácico, mientras que los cocodrilos con hocicos más cortos y anchos eran más comunes a finales del período Cretácico. Esto sugiere que el entorno en el que vivían los cocodrilos cambió con el tiempo y que los cocodrilos se adaptaron a estos cambios desarrollando diferentes formas de hocicos.
Los hallazgos de este estudio proporcionan nuevos conocimientos sobre los hábitos alimentarios y la evolución de los cocodrilos antiguos. También arrojan luz sobre la importancia de las adaptaciones morfológicas para permitir que los animales exploten diferentes nichos ecológicos.