El proceso de selección natural puede acelerarse enormemente mediante fuertes presiones demográficas. La presión demográfica es una circunstancia que dificulta la supervivencia de los organismos. Siempre hay algún tipo de presión demográfica, pero eventos como inundaciones, sequías o nuevos depredadores pueden aumentarla.
Bajo alta presión, más miembros de una población morirán antes de reproducirse. Esto significa que sólo aquellos individuos con rasgos que les permitan hacer frente a la nueva presión sobrevivirán y transmitirán sus alelos a la siguiente generación. Esto puede provocar cambios drásticos en las frecuencias de los alelos en una o dos generaciones.
Imagine una población de jirafas con individuos que varían en altura entre 10 y 20 pies de altura. Un día, un incendio forestal arrasa y destruye toda la vegetación por debajo de los 15 pies. Sólo las jirafas que miden más de 15 pies pueden alcanzar las hojas más altas para comer.
Las jirafas por debajo de esa altura no pueden encontrar alimento alguno. La mayoría de ellos mueren de hambre antes de poder reproducirse. En la siguiente generación nacen muy pocas jirafas de baja estatura. La altura promedio de la población aumenta varios pies.
Hay otras formas de afectar rápida y drásticamente la frecuencia de los alelos. Una forma es un cuello de botella en la población.
En una población grande, los alelos se distribuyen uniformemente entre toda la población. Si algún evento, como una enfermedad o una sequía, acaba con un gran porcentaje de la población, los individuos restantes pueden tener una frecuencia alélica muy diferente a la de la población en general.
Por pura casualidad, pueden tener una alta concentración de alelos que antes eran relativamente raros. A medida que estos individuos se reproducen, los rasgos que antes eran raros se convierten en el promedio de la población.
El efecto fundador también puede provocar una rápida evolución. Esto ocurre cuando un pequeño número de individuos migra a una nueva ubicación, "fundando" una nueva población que ya no se aparea con la población anterior.
Al igual que ocurre con un cuello de botella en una población, estos individuos pueden tener frecuencias alélicas inusuales, lo que lleva a que las generaciones posteriores tengan rasgos muy diferentes de la población original de donde emigraron los fundadores.
La diferencia entre cambios lentos y graduales a lo largo de muchas generaciones (gradualismo) y cambios rápidos bajo una alta presión demográfica intercalados con largos períodos de estabilidad evolutiva (equilibrio puntuado) es un debate continuo en la ciencia evolutiva.
Hasta ahora hemos considerado la selección natural como un agente de cambio. Sin embargo, cuando miramos alrededor del mundo, vemos muchos animales que han permanecido relativamente sin cambios durante decenas de miles de años; en algunos casos, incluso millones de años. Los tiburones son un ejemplo.
Resulta que la selección natural también es un agente de estabilidad.
A veces un organismo alcanza un estado de evolución en el que sus rasgos se adaptan muy bien a su entorno. Cuando no sucede nada que ejerza una fuerte presión poblacional sobre esa población, la selección natural favorece la frecuencia alélica ya presente.
Cuando las mutaciones causan nuevos rasgos, la selección natural los elimina porque no son tan eficientes como los demás.