Lo describió en su "libro de estrellas fijas" como una "pequeña nube", que marca su ubicación y observa su apariencia.
Sin embargo, en ese momento, no se entendía como una galaxia separada de la nuestra. Fue solo mucho más tarde, en el siglo XX, que los astrónomos reconocieron a Andrómeda como una entidad galáctica distinta y determinaron su verdadera naturaleza.