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¿Somos libres o nuestras acciones están determinadas por las leyes de la física? ¿Y cuánto libre albedrío queremos realmente? Estas preguntas han preocupado a los filósofos durante milenios, y todavía no hay respuestas perfectas.
Pero resulta que un personaje de una serie de televisión infantil puede dar una pista. Thomas the Tank Engine, a pesar de ser una locomotora, se comporta como un humano. Él toma decisiones y elecciones. Y es moralmente responsable:cuando hace algo mal, es castigado.
Pero mira más profundo y las cosas se complican. El es un motor. Sus movimientos están determinados por la forma de las vías, el funcionamiento de su motor y los empleados del ferrocarril. Entonces, ¿su libre albedrío es solo una ilusión?
Las leyes de la física explican cómo un evento pasado resulta en uno futuro. Por ejemplo, si pongo una tetera en la placa, las leyes de la termodinámica determinan que hervirá en un punto cercano en el futuro. Si no interfiero con el hervidor o la placa, solo hay un resultado posible:el agua comenzará a hervir.
Un poderoso argumento filosófico contra el libre albedrío afirma que, dado que no podemos cambiar el pasado y que no podemos cambiar las leyes de la física, tampoco podemos cambiar el futuro. Esto se debe a que el futuro es solo una consecuencia del pasado, y las leyes de la física dictan que el pasado resultará en el futuro. El futuro no está abierto a alternativas.
Esto también se aplica a nosotros:nuestros cuerpos son objetos físicos hechos de átomos y moléculas regidos por las leyes de la física. Pero cada decisión y acción que tomamos se remonta en última instancia a algunas condiciones iniciales al comienzo del universo.
Podemos sentir que tenemos libre albedrío, pero eso es solo una ilusión. Y lo mismo le ocurre a Thomas:puede parecerle que está libre, pero sus acciones las decide el trazado de las vías y el horario de la vía férrea. Lo que hace no está abierto a alternativas. Él es, después de todo, una máquina de vapor regida por las leyes de la termodinámica.
Responsabilidad moral
Pero si las acciones de Thomas no están abiertas a alternativas, ¿por qué se le regaña cuando se equivoca? Si no fuera más que una máquina, ¿tendría mucho sentido pensar que es moralmente responsable? Después de todo, sería extraño decir que mi tetera merece elogios por hervir el agua, si realmente no podría haberlo hecho de otra manera.
El filósofo estadounidense Harry Frankfurt ha desarrollado un ingenioso experimento mental para demostrar que el futuro no tiene que estar abierto a alternativas para que seamos moralmente responsables. Imagina dos agentes, llamémoslos Asesino y Controlador. El controlador tiene electrodos conectados al cerebro de Killer. Si Killer no hace lo que Controller quiere, enciende los electrodos, lo que obliga a Killer a obedecer.
Ahora, el Controlador realmente quiere que alguien, llamémoslo Víctima, muera. Así que piensa en ordenarle a Killer que mate a Victim. Pero resulta que Killer en realidad también quiere que Victim muera, por lo que mata a Victim sin que Controller tenga que intervenir en absoluto. Los electrodos permanecen apagados.
¿Cuál es la moraleja de la historia? Aunque las acciones de Killer no estaban abiertas a alternativas (si hubiera decidido no matar, Controller la habría obligado a hacerlo de todos modos), sigue siendo responsable y castigada como asesina.
Parece que Thomas está en la misma situación:cuando hace cosas dentro de las reglas del ferrocarril, se deja que las haga por su propia voluntad. Cuando no lo hace, alguien interviene:el conductor, el conductor o el ominoso Inspector Gordo. Pero todavía es reprendido cuando las cosas van mal. El hecho de que sus acciones no estén abiertas a alternativas no cambia nada al respecto.
¿Cuánto libre albedrío es deseable?
Entonces, ¿qué tal un universo donde el futuro de Thomas no está determinado? ¿Estaría libre allí?
Aunque nos incomoda el hecho de que nuestras acciones puedan estar determinadas, la alternativa no es mucho mejor. Un universo donde el futuro está completamente indeterminado, donde está demasiado abierto a las alternativas, es demasiado caótico. Necesito saber que cuando ponga la tetera en la placa, hervirá. Un universo donde el agua se convierte espontáneamente en jugo de naranja congelado no es uno en el que la mayoría de nosotros querría vivir.
Y lo mismo ocurre con Tomás. Si a Thomas se le permitiera dejar las vías, volar por los aires o si su máquina de vapor no siguiera las leyes de la termodinámica, su universo no funcionaría.
Su carácter captura nuestras intuiciones sobre el libre albedrío. Necesitamos elección y responsabilidad moral, pero no queremos que nuestras acciones sean completamente indeterminadas. Queremos que nuestro libre albedrío esté en algún lugar entre el determinismo total y la aleatoriedad total.