Por lo general, el suelo no se considera un recurso no renovable. El suelo puede renovarse mediante procesos naturales como la erosión y la descomposición de la materia orgánica. Sin embargo, el suelo puede degradarse y perder su fertilidad debido al uso excesivo, la erosión o la contaminación, haciéndolo menos productivo para la agricultura u otros usos. En tales casos, el suelo puede convertirse en un recurso finito y puede requerir esfuerzos y recursos significativos para restaurarlo o recuperarlo.