En el contexto de la teoría del Big Bang, el universo nació en un estado caliente y denso y, a medida que se expandía y enfriaba, la materia original experimentó una serie de transiciones de fase e interacciones. Inicialmente, el universo estaba formado por partículas subatómicas, como protones, neutrones y electrones, junto con un mar de fotones y otras formas de radiación.
A través de un proceso conocido como bariogénesis, el universo desarrolló una asimetría entre el número de protones y neutrones, dando como resultado un exceso de protones sobre neutrones. Este desequilibrio condujo a la formación de los primeros átomos, principalmente hidrógeno y helio, mediante reacciones nucleares.
La materia original también incluía materia oscura, una sustancia misteriosa y esquiva que se cree que constituye alrededor del 27% de la materia y energía total del universo. La materia oscura no interactúa directamente con la radiación electromagnética, por lo que es difícil de observar o detectar directamente, y su naturaleza sigue siendo objeto de investigación y especulación en curso.
A medida que la materia original continuó evolucionando y agrupándose, eventualmente dio lugar a las primeras estrellas y galaxias a través de interacciones gravitacionales. Estas primeras estructuras sirvieron como bloques de construcción de la compleja e intrincada red de estructuras cósmicas que observamos en el universo actual.
Comprender la materia original y su comportamiento en el universo primitivo es crucial para comprender mejor los procesos y mecanismos fundamentales que dieron forma al universo tal como lo conocemos, incluida la formación de galaxias y la evolución de estructuras a gran escala a lo largo del tiempo cósmico.