Forma y tamaño de la hoja: La forma y el tamaño de las hojas fósiles pueden proporcionar información sobre la forma de crecimiento de la planta. Por ejemplo, las hojas anchas y lobuladas a menudo se asocian con plantas que crecieron en ambientes húmedos y sombreados, mientras que las hojas estrechas con forma de aguja a menudo se asocian con plantas que crecieron en ambientes secos y soleados. El tamaño de las hojas también puede proporcionar pistas sobre el tamaño general y la tasa de crecimiento de la planta.
Venación de la hoja: El patrón de venas en las hojas fósiles puede proporcionar información sobre las relaciones evolutivas y la capacidad fotosintética de la planta. Los diferentes grupos de plantas con flores tienen patrones de venación de hojas característicos, que pueden usarse para identificar la afiliación taxonómica de la planta. Además, la densidad de las venas puede proporcionar información sobre la eficiencia fotosintética de la planta.
Margen de la hoja: El margen de las hojas fósiles puede aportar información sobre los mecanismos de defensa de la planta. Por ejemplo, los márgenes de las hojas dentados o espinosos pueden haber ayudado a proteger la planta de los herbívoros.
Adjunto de hoja: La forma en que las hojas fósiles se adhieren al tallo puede proporcionar información sobre el hábito de crecimiento de la planta. Por ejemplo, las hojas dispuestas alternativamente en el tallo pueden indicar un hábito de crecimiento trepador o extendido, mientras que las hojas dispuestas de manera opuesta pueden indicar un hábito de crecimiento más vertical.
Al combinar información de la morfología de las hojas fósiles con datos de otras fuentes, como la geología y la paleoclimatología, los paleobotánicos pueden reconstruir los entornos en los que crecieron las plantas con flores tempranas y obtener información sobre su historia evolutiva y sus adaptaciones ecológicas.