1. Secuestro de carbono:
El suelo actúa como un sumidero natural de carbono, absorbiendo y almacenando grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera. Las plantas capturan dióxido de carbono durante la fotosíntesis y lo almacenan en sus tejidos. Cuando las plantas mueren y se descomponen, el carbono que capturan pasa a formar parte de la materia orgánica del suelo. Este proceso de secuestro de carbono ayuda a reducir las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
2. Fertilidad mejorada del suelo:
Los suelos sanos ricos en materia orgánica tienen mejor estructura, mayor capacidad de retención de agua y proporcionan nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas. Al mejorar la fertilidad del suelo, podemos reducir la necesidad de fertilizantes sintéticos, que contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero durante su producción y aplicación.
3. Reducción de la erosión del suelo:
La materia orgánica del suelo actúa como agente aglutinante, ayudando a mantener unidas las partículas del suelo y reducir la erosión. La erosión no sólo conduce a la degradación del suelo sino que también libera a la atmósfera el carbono almacenado. Preservar el carbono del suelo ayuda a prevenir la erosión y mantiene la capacidad del suelo para secuestrar carbono.
4. Resiliencia climática:
Los suelos con mayor contenido de materia orgánica tienen una mejor capacidad de retención de agua, lo que es particularmente importante en regiones afectadas por sequías. Esta resiliencia permite a las plantas resistir períodos de sequía y mantener la productividad, reduciendo la vulnerabilidad de los sistemas agrícolas a eventos climáticos extremos asociados con el cambio climático.
5. Conservación de la Biodiversidad:
Los suelos sanos repletos de materia orgánica sustentan diversas comunidades microbianas, lombrices de tierra y otros organismos del suelo. Esta biodiversidad mejora el ciclo de nutrientes, la supresión de enfermedades y la salud general del ecosistema. Al proteger y mejorar el carbono del suelo, fomentamos la intrincada red de vida bajo nuestros pies, contribuyendo a la resiliencia de los ecosistemas y la conservación de la biodiversidad.
6. Seguridad alimentaria:
Los suelos ricos en materia orgánica proporcionan la base para la agricultura y la producción de alimentos sostenibles. Los suelos sanos producen cultivos más nutritivos con mayores rendimientos, lo que reduce la presión para despejar nuevas tierras para la agricultura y contribuir aún más al cambio climático.
7. Mitigación de metano:
Ciertas prácticas agrícolas, como el cultivo intensivo de arroz y la ganadería, pueden provocar emisiones de metano. Al gestionar el carbono del suelo, optimizar el uso del agua e implementar prácticas agrícolas sostenibles, podemos mitigar las emisiones de metano de estas fuentes.
Fomentar el secuestro de carbono en el suelo y las prácticas de gestión sostenible de la tierra es crucial para combatir el cambio climático. Los gobiernos, las organizaciones y los individuos pueden trabajar juntos para promover la labranza de conservación, los cultivos de cobertura, el compostaje y otras técnicas que mejoren el contenido de carbono del suelo. Al invertir en la salud del suelo, podemos crear un circuito de retroalimentación positiva que beneficie al medio ambiente, la agricultura y el bienestar de las generaciones futuras.