El descubrimiento en Alemania de polillas extraordinariamente bien conservadas de 47 millones de años está revolucionando nuestra comprensión de la evolución de los colores iridiscentes de los insectos. A diferencia de los insectos fosilizados encontrados anteriormente, que generalmente muestran colores degradados debido a cambios químicos a lo largo del tiempo, estos especímenes conservan sus colores vibrantes e iridiscentes, desafiando suposiciones arraigadas sobre la fragilidad y la variabilidad de estos colores. Los hallazgos no sólo proporcionan evidencia directa de la estabilidad de los colores iridiscentes, sino que también sugieren que la coloración estructural, un fenómeno en el que el color es producido por estructuras físicas en lugar de pigmentos, tiene una historia evolutiva mucho más larga de lo que se pensaba anteriormente.