Los investigadores realizaron una serie de experimentos con diferentes especies de insectos, incluidos mosquitos, moscas y hormigas. Descubrieron que cuando los insectos estaban expuestos a sonidos humanos, como hablar, reír y toser, se estresaban y su sistema inmunológico se debilitaba. Esto los hizo más susceptibles a las enfermedades y la muerte.
Los investigadores también descubrieron que era más probable que los insectos se sintieran atraídos por los humanos que vestían colores brillantes o que tenían olores corporales fuertes. Esto se debe a que los insectos se sienten atraídos por ciertas longitudes de onda de luz y ciertos compuestos químicos.
Los hallazgos del estudio sugieren que los humanos están teniendo un impacto negativo sobre los insectos, lo que podría tener graves consecuencias para el medio ambiente. Los insectos juegan un papel importante en el ecosistema, ya que ayudan a polinizar las plantas, descomponer la materia orgánica y controlar las plagas. Si los insectos resultan dañados, podría alterar todo el ecosistema.
Los investigadores recomiendan que los humanos tomen medidas para reducir su impacto sobre los insectos, como hablar más suavemente, usar colores más neutros y usar repelente de insectos natural. También recomiendan que los humanos apoyen a las organizaciones que trabajan para conservar los insectos y proteger sus hábitats.