Algunos filósofos sostienen que la moralidad no se encuentra en el cerebro, sino en el alma o en algún otro reino inmaterial. Creen que el cerebro es simplemente un órgano físico responsable de llevar a cabo nuestras funciones físicas y que no tiene ningún papel que desempeñar en nuestra toma de decisiones morales.
Otros filósofos sostienen que la moralidad se encuentra en el cerebro y que es producto de nuestra actividad neuronal. Creen que nuestro cerebro es responsable de generar nuestros pensamientos, sentimientos y deseos, y que estos a su vez dan forma a nuestro comportamiento moral.
Hay evidencia que respalda ambos lados del debate. Por ejemplo, algunos estudios han demostrado que las personas que han sufrido daños en determinadas áreas del cerebro tienen más probabilidades de tomar decisiones poco éticas. Sin embargo, otros estudios han demostrado que las personas que han sufrido daños similares todavía son capaces de emitir juicios morales.
En última instancia, la cuestión de si la moralidad se encuentra en el cerebro es una cuestión de opinión filosófica. No existe una única respuesta correcta y es probable que el debate continúe durante muchos años más.