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    Los fósiles que se están formando hoy mostrarán cómo la humanidad alteró la vida en la Tierra
    Crédito:CC0 Dominio público

    Cuando pensamos en fósiles, normalmente pensamos en dinosaurios, o quizás en la hermosa forma espiral de una amonita encontrada en la playa durante unas vacaciones de verano. Vemos los fósiles como reliquias antiguas del pasado profundo que nos permiten maravillarnos con la historia de la vida en la Tierra, de los animales que caminaron o nadaron hace muchos millones de años, de los árboles gigantes que quedaron enterrados y aplastados para formar carbón. P>

    Los fósiles son un registro esencial de la vida en la Tierra que demuestra largos períodos de estabilidad, puntuados por episodios de cambios rápidos o incluso catastróficos. Su valor es a la vez abstracto, como una ventana al pasado, y social, ya que nos permite pensar en lo que podría suceder con la vida en el futuro.

    Muchos libros de texto describen cómo se forman los fósiles, pero pocos se refieren a los fósiles que se están acumulando ahora, en sedimentos en el fondo de un lago o río local, en una turbera o a lo largo de una playa. Los restos de animales, plantas y otras formas de vida que están iniciando el camino hacia la petrificación en esos lugares a veces se denominan "subfósiles", como si estuvieran a medio camino de convertirse en parte del registro geológico. Independientemente de cómo los clasifiquemos, registran cambios profundos que ya están ocurriendo en toda la vida en la Tierra:la biosfera.

    A lo largo de muchas riberas de Europa crecen el bálsamo del Himalaya y la ambrosía americana, y en el propio río hay almejas asiáticas y mejillones cebra. Es posible que encuentres caracoles terrestres africanos gigantes en las islas hawaianas, almejas del río Amur en la bahía de San Francisco y mejillones mediterráneos a lo largo de la costa atlántica de Sudáfrica, e incluso hipopótamos en Colombia.

    Desplazados por la acción humana

    Todas estas especies, y miles más, han sido desplazadas por acciones humanas, a veces de forma deliberada, como en el caso de los hipopótamos, pero a menudo sin intención, como en el caso de las almejas. Las especies se han intercambiado así en todo nuestro planeta durante miles de años.

    Pero el patrón se hizo más claramente visible a partir del siglo XVI, con el intercambio de plantas y animales entre América, Eurasia y África. Un campo de maíz en Inglaterra lo expresa, al igual que las vacas en América.

    Si bien algunos de estos patrones de cambio en la tierra y el mar son ahora obvios, incluso a simple vista, los patrones fósiles que revelan la escala completa de estos cambios requieren un análisis minucioso de las capas sedimentarias recientes. Algunos organismos, como por ejemplo un gusano de cuerpo blando, no dejan rastro fósil físico, aunque su presencia aún puede inferirse a partir de moléculas de ADN conservadas. Otros organismos, como un molusco marino (o un hipopótamo), tienen posibilidades reales de fosilizarse porque tienen esqueletos duros y se asocian con cuerpos de agua donde se acumulan capas de sedimentos.

    Un cambio radical en la historia de la Tierra

    En el registro fósil moderno se pueden documentar muchos patrones de cambios ecológicos recientes. Por ejemplo, en las islas hawaianas, las capas de sedimentos entierran conchas de caracoles nativos, y luego las capas superiores muestran que estos caracoles son reemplazados por no nativos, incluidos los caracoles gigantes africanos. El patrón es distintivo porque registra los inicios de una homogeneización global de la fauna y la flora que a menudo se asocia con cambios sorprendentes en la abundancia de organismos autóctonos.

    La Bahía de San Francisco es sólo un ejemplo. Allí han llegado más de 200 especies no autóctonas desde la fiebre del oro estadounidense. Incluyen las almejas del río Amur del este de Asia y la diminuta Trochammina hadai, un organismo unicelular parecido a una ameba con caparazón, traída de los mares que rodean Japón. T. hadai y las almejas, y muchas otras, llegaron durante el auge del comercio entre el Pacífico que siguió al final de la Segunda Guerra Mundial.

    En la tierra, los huesos de pollos, ganado vacuno, ovejas y cerdos superan con creces los de animales salvajes en depósitos geológicos incipientes, lo que marca un enorme cambio en el registro fósil de vertebrados que se ha ido acumulando. Estos ejemplos son parte de un patrón que se está dando en todo el mundo.

    Para un paleontólogo que estudia el registro fósil que se está formando hoy en día, estos patrones identifican un cambio radical en la historia de la Tierra, impulsado por nosotros en nuestro mundo cada vez más interconectado y homogeneizado.

    La nueva paleontología de los siglos XX y XXI revela que nuestras acciones están perturbando significativamente la biosfera, tal como lo hicieron las erupciones volcánicas masivas y los enormes impactos de meteoritos en el pasado geológico. Es un grupo ignominioso al que unirse, y solo los humanos lo han hecho con plena conciencia de sus acciones.

    La forma en que se desarrollará nuestro impacto en la biosfera en las próximas décadas se reflejará en este nuevo registro fósil, uno que comienza a parecerse cada vez más a aquellas antiguas perturbaciones que cambiaron el planeta.

    Proporcionado por The Conversation

    Este artículo se vuelve a publicar desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.




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