Una de las formas más comunes de meteorización es la meteorización mecánica. Esto ocurre cuando las rocas y el suelo se descomponen por fuerzas físicas, como el congelamiento y descongelamiento, la abrasión y el impacto. Por ejemplo, cuando el agua se congela dentro de las grietas de las rocas, se expande y puede hacer que las rocas se rompan. La abrasión ocurre cuando las rocas y el suelo se frotan entre sí por el viento o el agua. El impacto ocurre cuando las rocas y el suelo son golpeados por objetos, como escombros que caen o granizo.
La meteorización química también influye en la reducción de la altura de las montañas. Esto ocurre cuando las rocas y el suelo se descomponen mediante reacciones químicas con agua, oxígeno y otras sustancias. Por ejemplo, cuando el agua reacciona con el dióxido de carbono de la atmósfera, forma ácido carbónico, que puede disolver la piedra caliza y otros tipos de rocas.
La tasa de meteorización está determinada por varios factores, incluido el tipo de roca, el clima y la topografía. Las rocas más blandas, como la arenisca y el esquisto, se erosionan más rápidamente que las rocas más duras, como el granito y la cuarcita. Los climas cálidos y húmedos aceleran la meteorización, mientras que los climas fríos y secos la ralentizan. Las pendientes pronunciadas son más susceptibles a la intemperie que las pendientes suaves.
Durante millones de años, la erosión puede reducir la altura de las montañas en cientos o incluso miles de pies. En algunos casos, las montañas pueden desaparecer por completo, dejando sólo unos pocos picos dispersos. El proceso de erosión está en curso y seguirá dando forma a la superficie de la Tierra durante millones de años por venir.