El choque térmico es más común en rocas expuestas a cambios rápidos de temperatura, como las que se encuentran en ambientes desérticos. Durante el día, el sol puede calentar estas rocas a temperaturas extremas. Por la noche, las temperaturas pueden bajar rápidamente, provocando que las rocas se enfríen rápidamente. Este rápido cambio de temperatura puede provocar que las rocas se fracturen.
El choque térmico también puede ocurrir en rocas expuestas a cambios bruscos de temperatura, como las que se encuentran cerca de erupciones volcánicas o incendios forestales. En estos casos, el calor de la erupción o del fuego puede hacer que las rocas se expandan rápidamente, provocando fracturas.
Además del choque térmico, los cambios de temperatura también pueden provocar que las rocas se rompan mediante un proceso llamado exfoliación. La exfoliación ocurre cuando la capa exterior de una roca se expande y contrae debido a los cambios de temperatura. Con el tiempo, esta expansión y contracción puede debilitar la roca y hacer que eventualmente se separe del cuerpo principal de la roca.
La exfoliación es común en rocas que están expuestas a ciclos repetidos de calentamiento y enfriamiento, como las que se encuentran en zonas montañosas. Durante el día, las rocas se calientan con el sol. Por la noche, las temperaturas bajan y las rocas se enfrían. Esta expansión y contracción repetidas pueden eventualmente hacer que la capa exterior de la roca se rompa.