Después de la Titanomaquia, Jápeto fue encarcelado en el Tártaro, la parte más profunda del inframundo. Lo encadenaron a una roca y lo obligaron a sostener el cielo sobre sus hombros. Este fue un castigo por su rebelión contra Zeus.
Jápeto finalmente fue liberado del Tártaro, pero nunca se le permitió regresar al Monte Olimpo. Se vio obligado a vivir en el exilio y nunca más se le permitió volver a ver a sus hijos. Los hijos de Jápeto también fueron castigados por la rebelión de su padre. Atlas se vio obligado a sostener el cielo sobre sus hombros, Prometeo fue encadenado a una roca y un águila le comió el hígado, y a Epimeteo le dieron una caja que no le permitieron abrir.
Se cree que la cresta de Jápeto es el resultado de su castigo. Cuando Jápeto sostenía el cielo, el peso del cielo le aplastó los hombros y le hizo desarrollar una cresta. Esta cresta todavía es visible hoy en Jápeto y es un recordatorio de su castigo por rebelarse contra Zeus.
La cresta de Jápeto es un recordatorio de que incluso las personas más fuertes e inteligentes pueden ser derrotadas. También es un recordatorio de que la rebelión contra la autoridad puede tener graves consecuencias.