Los diamantes se forman en las profundidades de la Tierra a presiones y temperaturas de al menos 5 gigapascales y 800 grados Celsius, respectivamente, aunque las temperaturas de 1.400 grados Celsius son más típicas. Las condiciones bajo las cuales crecieron estos diamantes debieron ser excepcionales para alcanzar estas temperaturas ultraaltas, lo que indica la presencia de una región supercaliente en el manto terrestre que no había sido identificada previamente.
El descubrimiento de diamantes de temperaturas ultraaltas permite vislumbrar las condiciones extremas que existen en el interior de la Tierra, lo que nos ayuda a comprender mejor los procesos que dan forma a nuestro planeta. Potencialmente, esto puede conducir al descubrimiento de nuevos depósitos minerales y contribuir al desarrollo de nuevas tecnologías. Además, el estudio de estos diamantes de temperaturas ultraaltas puede arrojar luz sobre el ciclo del carbono y el destino del agua en el interior de la Tierra, así como proporcionar información sobre la historia térmica y la evolución del planeta.