Los fósiles eucariotas más antiguos conocidos se remontan a hace unos 2.100 millones de años y proporcionan evidencia de un nivel notable de diversidad y complejidad, desafiando suposiciones previas sobre la simplicidad de la vida eucariota temprana. A continuación se muestran algunos ejemplos:
Grypania espiralis:
Descubierto en 1990, Grypania espiralis es un microfósil de 1.900 millones de años que exhibe las características distintivas de la complejidad eucariota. Tiene una estructura en espiral, compartimentos celulares intrincados, un posible núcleo y potencial de locomoción mediante flagelos.
Bangiomorpha pubescens:
Bangiomorpha pubescens, encontrada en rocas de aproximadamente 1.200 millones de años de antigüedad, muestra rasgos de multicelularidad. Consiste en filamentos ramificados formados por células individuales, con estructuras reproductivas especializadas que indican capacidad de reproducción sexual.
Horodyskia moniliformis:
Horodyskia moniliformis, que data de hace unos 1.600 millones de años, revela una anatomía compleja y muy organizada. Este organismo unicelular exhibe estructuras internas distintas dentro de sus células, incluidos compartimentos compartimentados que contienen pigmentos fotosintéticos.
Fósiles de Ediacara:
El Período Ediacárico (hace 635 millones a 541 millones de años) marca una notable diversificación de organismos multicelulares complejos. Aunque carecen de evidencia directa de afinidades eucariotas, las formas intrincadas y el gran tamaño de la biota de Ediacara, como Dickinsonia y Spriggina, sugieren una complejidad y especialización organizacional avanzada.
La presencia de eucariotas tan diversos y complejos en los primeros registros fósiles pone de relieve la subestimada riqueza de vida que existía mucho antes de la llegada de los animales y plantas avanzados. Subraya la noción de que la vida eucariota experimentó una importante innovación y diversificación evolutiva muy temprano en la historia de la Tierra.