Esta afirmación no es cierta. La lluvia es naturalmente ligeramente ácida debido a la presencia de dióxido de carbono disuelto en la atmósfera, que forma ácido carbónico cuando se disuelve en agua. El pH del agua de lluvia suele oscilar entre 5,6 y 5,8. Sin embargo, la lluvia puede volverse más ácida cuando reacciona con contaminantes de la atmósfera, como el dióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno, que emiten las centrales eléctricas, las fábricas y los vehículos. Este proceso, conocido como lluvia ácida, puede tener efectos nocivos en los ecosistemas y la infraestructura.