Los delfines mulares (Tursiops truncatus) son conocidos por su complejo comportamiento social y se les considera criaturas muy inteligentes. Viven en grupos sociales llamados manadas, y dentro de estas manadas exhiben una amplia gama de comportamientos y tradiciones aprendidos que se transmiten de generación en generación.
En un estudio dirigido por la Dra. Janet Mann de la Universidad de Georgetown, los investigadores investigaron cómo la transmisión cultural en los delfines mulares podría afectar su composición genética. Se centraron en un comportamiento específico conocido como "autostop cultural", que ocurre cuando un comportamiento o tradición se vincula tan estrechamente a una variante genética particular que se propaga entre la población junto con esa variante.
Los investigadores estudiaron dos poblaciones vecinas de delfines mulares en Shark Bay, Australia Occidental. Estas poblaciones comparten muchas similitudes genéticas, pero difieren en sus prácticas culturales. Una población adopta un comportamiento llamado "uso de esponjas", en el que utilizan esponjas para proteger sus picos mientras buscan comida. La otra población no adopta comportamientos esponjados.
Al analizar los datos genéticos de ambas poblaciones, los investigadores encontraron que el comportamiento de esponjarse estaba fuertemente asociado con una variante genética específica. Esto sugiere que el comportamiento de esponjamiento y la variante genética habían coevolucionado, y el comportamiento quedó estrechamente vinculado a la presencia del gen específico.
Los investigadores creen que el autostop cultural podría tener implicaciones importantes para la diversidad genética y la evolución de los delfines mulares. Los comportamientos culturales que proporcionan una ventaja selectiva, como el uso de esponjas, podrían conducir a la propagación de variantes genéticas vinculadas que mejoran el desempeño de esos comportamientos. Con el tiempo, esto podría resultar en la divergencia de poblaciones e incluso la formación de nuevas especies.
Además, el estudio destaca la compleja interacción entre cultura y genética en la evolución de las sociedades animales. La transmisión cultural permite a los animales adaptarse a entornos cambiantes y explotar nuevos recursos, lo que a su vez puede dar forma a su estructura genética. Esta relación dinámica entre cultura y genética contribuye a la diversidad y complejidad observada en las poblaciones animales y subraya la importancia de considerar factores tanto culturales como genéticos para comprender su historia evolutiva.