A temperaturas tan extremas, los átomos de la onda de choque experimentan una intensa energía térmica y sufren un proceso llamado formación de plasma. Los electrones se separan de sus respectivos átomos, dejando atrás un mar de electrones libres e iones cargados positivamente. Este gas ionizado, o plasma, es lo que conforma principalmente la onda de choque y se convierte en un ambiente de condiciones físicas extremas.
Como referencia, la temperatura central del Sol es de aproximadamente 15 millones de grados Celsius, y estrellas como Sirio, una de las más brillantes de nuestro cielo nocturno, tienen temperaturas centrales de aproximadamente 27 millones de grados Celsius. En comparación, las ondas de choque de las supernovas pueden exceder con creces estas temperaturas, lo que resalta aún más su inmenso calor y los procesos dinámicos que ocurren durante una explosión estelar.