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Charles Piller, un reportero de investigación para la revista Ciencias , ha publicado un artículo destacado en el último número de la revista que describe sus hallazgos en torno a la práctica de las fundaciones filantrópicas de poner dinero en cuentas de inversión en el extranjero.
Las fundaciones filantrópicas por su propia naturaleza no son empresas lucrativas. Su propósito es aceptar donaciones de particulares, grupos u otras entidades y utilizan el dinero que reciben para apoyar los esfuerzos para hacer del mundo un lugar mejor. Pero algunas de estas fundaciones descubren que no pueden obtener tanto dinero en donaciones como les gustaría, por lo que recurren a estrategias de inversión. Y algunos también intentan maximizar el rendimiento de dichas inversiones realizándolas a través de bancos extraterritoriales y otras entidades. Dichos acuerdos permiten a la fundación renunciar a pagar impuestos sobre los ingresos de las inversiones y mantener la privacidad de sus actividades de inversión. Pero Piller se preguntó qué pasa cuando hay conflictos de intereses. Encontró un ejemplo de una de las fundaciones filantrópicas más grandes del mundo, una que rutinariamente distribuye fondos para frenar la contaminación del aire, invirtiendo indirectamente en una compañía de suministro de gas que claramente no estaba involucrada en ayudar a limpiar el aire.
Piller tomó posesión de documentos confidenciales que se conocen como los Papeles del Paraíso, documentos filtrados de información sobre inversiones de siete de las fundaciones filantrópicas más grandes del mundo, y sus inversiones en cuentas extraterritoriales. Los siete fueron la Fundación Bill y Melinda Gates, Bienvenida Confianza, el Instituto Médico Howard Hughes, la Fundación Robert Wood Johnson, la Fundación William y Flora Hewlett, la Fundación David y Lucille Packard y la Fundación Gordon y Betty Moore. Se descubrió que todos, excepto la Fundación Gates, utilizaban cuentas en el extranjero.
Piller señala que también existe la naturaleza desagradable de invertir en cuentas en el extranjero, incluso cuando no hay conflictos de intereses. Él se pregunta, por ejemplo, si las organizaciones filantrópicas deben hacer todo lo posible para evitar pagar impuestos destinados a ser utilizados para el bien público. Y sugiere que hay algo intrínsecamente incorrecto en que tales organizaciones se involucren en una práctica junto con los delincuentes que utilizan los mismos servicios para lavar sus ganancias mal habidas. Sugiere que ha llegado el momento de que quienes apoyan tales fundaciones exijan más transparencia.
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