En la vida silvestre, los contaminantes químicos se han asociado con diversos cambios de comportamiento, incluidos cambios en los patrones de alimentación, menor evitación de los depredadores, mayor agresión y conductas reproductivas alteradas. Por ejemplo, se ha demostrado que las aves expuestas a ciertos pesticidas exhiben comportamientos territoriales y de construcción de nidos reducidos, lo que puede afectar negativamente su éxito reproductivo. Los peces expuestos a la contaminación del agua pueden volverse más letárgicos y menos receptivos a los estímulos, lo que los hace más vulnerables a la depredación.
En los seres humanos, los contaminantes químicos también se han relacionado con una variedad de cambios de comportamiento. La exposición al plomo, por ejemplo, se ha asociado con una función cognitiva reducida, un aumento de la agresividad y un comportamiento antisocial en los niños. La exposición a ciertas sustancias químicas industriales, como los bifenilos policlorados (PCB), se ha relacionado con un deterioro de la función cognitiva y la coordinación motora en adultos.
Los efectos de los contaminantes químicos sobre el comportamiento pueden variar según el tipo de contaminante, la concentración de exposición y la especie o individuo afectado. En algunos casos, incluso concentraciones bajas de contaminantes pueden tener efectos profundos, mientras que en otros casos pueden ser necesarias concentraciones más altas para producir cambios notables.
Comprender los posibles efectos conductuales de los contaminantes químicos es importante para evaluar su impacto general en la vida silvestre y las poblaciones humanas. Al estudiar los mecanismos mediante los cuales los contaminantes ejercen sus efectos, los científicos pueden trabajar para desarrollar estrategias para mitigar los riesgos que plantean estas sustancias y proteger tanto a la vida silvestre como a los humanos de sus efectos adversos.