Los planetas con muy poca tierra pueden ser demasiado calientes y secos, mientras que aquellos con demasiada tierra pueden ser demasiado fríos y helados. El equilibrio ideal es aquel que permite una amplia gama de climas y hábitats, y que proporciona suficientes recursos para que la vida prospere.
Además de la proporción general entre océanos y tierra, la distribución de las masas terrestres también es importante. Para que un planeta sea habitable, es necesario que tenga al menos un continente grande que esté ubicado cerca del ecuador. Este continente debería ser lo suficientemente grande como para albergar una amplia gama de hábitats y debería estar ubicado en una región que reciba suficiente luz solar para sustentar la vida.
La distribución de los océanos también es importante. El planeta debería tener al menos una gran cuenca oceánica ubicada cerca del ecuador. Esta cuenca oceánica debería ser lo suficientemente grande como para regular el clima del planeta y debería estar ubicada en una región que no esté demasiado cerca de ninguna masa continental importante.
Al tener en cuenta la proporción entre océanos y tierra y la distribución de las masas terrestres, podemos comenzar a identificar planetas que pueden ser habitables. Es más probable que estos planetas tengan las condiciones adecuadas para que prospere la vida.