Varios factores pueden contribuir a la formación de lagos asesinos, entre ellos:
Actividad geológica: Los lagos asesinos se encuentran a menudo en áreas con altos niveles de actividad volcánica o energía geotérmica. La actividad volcánica puede liberar dióxido de carbono al agua subterránea, que luego puede filtrarse a los lagos cercanos.
Volumen de negocios del lago: Durante la renovación estacional del lago, el agua de un lago puede mezclarse, sacando a la superficie agua más profunda y rica en dióxido de carbono. Si el agua está sobresaturada con dióxido de carbono, puede liberar repentinamente el gas y provocar una erupción.
Deslizamientos de tierra o terremotos: Los deslizamientos de tierra o los terremotos pueden alterar el sedimento en el fondo de un lago, liberando dióxido de carbono que ha quedado atrapado en el sedimento. Esto también puede desencadenar una erupción.
Actividad humana: En algunos casos, la actividad humana, como la perforación o la minería, puede liberar dióxido de carbono en un lago, provocando una erupción.
Cuando un lago asesino explota, puede tener efectos devastadores en el área circundante. La liberación repentina de gas y agua puede provocar inundaciones, deslizamientos de tierra y daños a la infraestructura. El gas dióxido de carbono también puede ser tóxico y causar problemas respiratorios e incluso la muerte en humanos y animales.
Algunos lagos asesinos notables incluyen:
Lago Nyos, Camerún: En 1986, el lago Nyos entró en erupción, liberando una enorme nube de dióxido de carbono que mató a más de 1.700 personas y miles de animales en las aldeas cercanas.
Lago Monoun, Camerún: El lago Monoun entró en erupción en 1984, liberando dióxido de carbono que mató a 37 personas.
Lago Kivu, República Democrática del Congo y Ruanda: El lago Kivu es un lago profundo que corre el riesgo de explotar debido a la gran cantidad de gas dióxido de carbono disuelto en sus aguas. Los científicos están trabajando para monitorear el lago y mitigar el riesgo de una erupción.