Por ejemplo, el dióxido de azufre (SO2), un contaminante atmosférico común emitido por centrales eléctricas e instalaciones industriales, puede causar daños a los tejidos de las hojas y reducir la producción de clorofila, lo que lleva a una reducción de la capacidad fotosintética. Esto puede debilitar el árbol y hacerlo más susceptible a las infecciones. De manera similar, el ozono (O3), otro contaminante común del aire, puede dañar las hojas, reducir la fotosíntesis y aumentar la susceptibilidad del árbol a plagas y enfermedades.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la relación entre la contaminación y la salud de los árboles es compleja y los efectos pueden variar según el tipo y la concentración de contaminantes, así como la especie de árbol y su salud general. Algunos estudios han sugerido que ciertos contaminantes, en bajas concentraciones, podrían tener algunos efectos estimulantes sobre el crecimiento de las plantas, pero este no es un hallazgo consistente y el impacto general de la contaminación sobre la salud de los árboles es generalmente negativo.
En general, la contaminación no ayuda a los árboles a combatir las infecciones, sino que más bien obstaculiza sus defensas naturales y los hace más susceptibles a las infecciones y otros factores estresantes.