Las erupciones volcánicas ocurren cuando el magma sube a la superficie y libera sus gases, lo que hace que el magma se expanda y entre en erupción. La erupción resultante puede adoptar diversas formas, incluidas erupciones explosivas, efusivas y freatomagmáticas, cada una con sus propias características y peligros asociados.
Las erupciones volcánicas pueden tener impactos significativos en el medio ambiente circundante y representar riesgos para las poblaciones humanas. Las cenizas volcánicas, los gases y los flujos de lava pueden causar daños a la infraestructura, interrumpir el transporte, afectar la agricultura y plantear riesgos para la salud de las personas y la vida silvestre. Sin embargo, la actividad volcánica también contribuye a la formación de suelos fértiles, energía geotérmica y la creación de ecosistemas únicos.
Estudiar y monitorear los volcanes es crucial para comprender su comportamiento y mitigar los riesgos potenciales para las comunidades. Los vulcanólogos utilizan diversas técnicas geofísicas, geoquímicas y de detección remota para rastrear la actividad volcánica y evaluar los peligros volcánicos, lo que ayuda a informar los planes de evacuación y las respuestas de emergencia.