El estudio se centró en núcleos de sedimentos recogidos en el océano Atlántico Norte, concretamente en la margen portuguesa y el golfo de Cádiz. Estos núcleos contienen un registro continuo de deposición de sedimentos durante millones de años, incluidos períodos de avances y retrocesos de los glaciares. Analizando el tamaño de grano y la composición mineralógica de las capas de sedimento, los investigadores pudieron identificar y caracterizar las partículas de polvo.
Los resultados mostraron que la cantidad de polvo depositado en el océano estaba estrechamente relacionada con las fluctuaciones climáticas pasadas. Durante los períodos glaciales, cuando el clima era más frío y seco, se produjo un aumento en la deposición de polvo. Esto se debió a vientos más fuertes y a una mayor aridez en las regiones de origen del polvo, que incluían el norte de África y la Península Arábiga.
Por el contrario, durante los períodos más cálidos y húmedos, como los períodos interglaciares, la deposición de polvo disminuyó. Esto sugiere que los cambios en los patrones de circulación atmosférica y el aumento de la cubierta vegetal en las regiones fuente redujeron la cantidad de polvo transportado al océano.
La fuerte relación entre el polvo y los climas pasados resalta la importancia de estudiar los sedimentos del fondo marino como archivos valiosos de las condiciones ambientales pasadas. Esta información puede contribuir a nuestra comprensión de la variabilidad climática natural y puede ayudar en el desarrollo de modelos climáticos más precisos para proyecciones futuras.