En el año transcurrido desde la erupción, los científicos han estado estudiando el evento para comprender mejor qué sucedió y por qué la erupción fue tan violenta. Uno de los hallazgos clave es que la erupción probablemente fue causada por una combinación de factores, incluida la ubicación del volcán, su forma y el tipo de magma involucrado.
El volcán Hunga Tonga-Hunga Ha'apai está situado en una parte muy profunda del océano, lo que hacía que el magma tuviera que recorrer un largo camino para llegar a la superficie. Esto permitió que el magma acumulara presión y se calentara extremadamente. Cuando el magma finalmente llegó a la superficie, explotó con una fuerza increíble, provocando el tsunami.
La forma del volcán también influyó en la violencia de la erupción. El volcán es una caldera, que es un gran cráter colapsado. La caldera estaba llena de agua, que actuaba como una tapa sobre el volcán. Cuando el magma llegó a la superficie, provocó que el agua hirviera y se expandiera rápidamente, lo que aumentó aún más la presión y provocó que la erupción fuera aún más violenta.
El tipo de magma involucrado en la erupción también fue un factor. El magma era muy rico en sílice, lo que lo hacía espeso y viscoso. Esto dificultó que el magma fluyera fácilmente y provocó que acumulara presión más rápidamente. Cuando el magma finalmente fluyó, lo hizo con fuerza explosiva.
La erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha'apai fue un poderoso recordatorio del poder destructivo de los volcanes. También destacó la importancia de comprender los factores que pueden contribuir a las erupciones violentas. Al estudiar esta erupción, los científicos esperan predecir mejor futuras erupciones y mitigar sus impactos.
A raíz de la erupción de Hunga Tonga-Hunga Ha'apai, los científicos ahora están prestando más atención a otros volcanes submarinos en todo el mundo. Algunos de estos volcanes están ubicados en zonas densamente pobladas, lo que podría poner en riesgo a millones de personas. Al monitorear estos volcanes y estudiar su actividad, los científicos esperan poder proporcionar alertas tempranas sobre posibles erupciones y ayudar a minimizar sus impactos.