La dureza de un metal está influenciada por varios factores, como la composición del metal, la estructura cristalina, el tamaño del grano y el tratamiento térmico. Por ejemplo, la presencia de elementos de aleación puede aumentar la dureza de un metal al formar enlaces interatómicos más fuertes. Un tamaño de grano más fino también puede aumentar la dureza al dificultar el movimiento de las dislocaciones, que son defectos que permiten la deformación plástica. El tratamiento térmico también se puede utilizar para aumentar la dureza de un metal alterando su microestructura.
La dureza de un metal es una propiedad importante a considerar en diversas aplicaciones de ingeniería. Por ejemplo, los metales más duros se utilizan a menudo en herramientas de corte, superficies resistentes al desgaste y armaduras. La dureza de un metal también se puede utilizar para estimar su resistencia y tenacidad.