Cuando dos poblaciones de la misma especie intentan ocupar el mismo nicho, se produce competencia. Esto se debe a que ambas poblaciones compiten por los mismos recursos, como alimentos, agua y espacio. La competencia puede adoptar diferentes formas, como por ejemplo:
Competencia de explotación:esto ocurre cuando una especie utiliza directamente los recursos que la otra especie necesita. Por ejemplo, dos especies de aves pueden competir por el mismo tipo de alimento, como por ejemplo los insectos.
Competencia de interferencia:esto ocurre cuando una especie interfiere directamente con la capacidad de la otra especie para obtener recursos. Por ejemplo, dos especies de animales pueden competir por el mismo territorio y pueden luchar entre sí para defender su territorio.
Competencia aparente:Se produce cuando dos especies interactúan con una tercera especie de forma negativa. Por ejemplo, dos especies de plantas pueden ser polinizadas por la misma especie de insecto, pero una de las plantas puede atraer más insectos que la otra.
La competencia puede tener una serie de efectos negativos en ambas especies, tales como:
Crecimiento reducido:Ambas especies pueden crecer más lentamente de lo que lo harían si no compitieran entre sí.
Reproducción reducida:ambas especies pueden producir menos descendencia de la que producirían si no compitieran entre sí.
Mayor mortalidad:Ambas especies pueden tener una tasa de mortalidad más alta de la que tendrían si no compitieran entre sí.
En algunos casos, la competencia puede llevar a que una especie se extinga. Esto puede suceder si una especie no puede adaptarse a la competencia y no puede encontrar nuevos recursos.
La competencia es un factor importante en la evolución. Impulsa a las especies a adaptarse y evolucionar para competir mejor por los recursos. La competencia también puede conducir a la formación de nuevas especies a medida que las poblaciones divergen entre sí para explotar diferentes nichos.